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¿Tierra Santa?

¿O eterna manzana de la discordia? Hace ya más de dos mil años nació en esa llamada Tierra Santa Jesús, cuyo cumpleaños festejan en estos días pueblos y comunidades cristianas esparcidas por toda la tierra haciéndonos volver la mirada a Dios y a su proyecto para el hombre y para el universo, y sí, advertimos que hay algo que no está funcionando desde hace miles de años, y ese algo somos nosotros, los seres humanos.

Podemos analizarlo con una parábola: Dios creó la tierra y el demonio inventó las fronteras, Dios creó a la humanidad, y el diablo inventó las razas, Dios dio a los seres humanos los recursos del mundo, y el diablo inventó la apropiación acaparadora, Dios nos hizo libres, pero el demonio introdujo las cadenas revestidas de oro y piedras preciosas, Dios se manifestó como el creador de todo y de todos, pero el diablo hizo que cada hombre se lo apropiara para hacerlo a su imagen y semejanza y así poderse pelear con todos los otros hombres fabricantes de otros dioses, Dios allana los caminos, pero el diablo los cubre de obstáculos, Dios nos da una mente lúcida y brillante, pero el diablo la confunde y la hace tortuosa, Dios establece la igualdad de todos, pero el diablo mete la diferenciación de clases y de niveles, Dios hizo santa la creación entera, pero el diablo la parceló para que solo esta franja de tierra y no aquella, llevara esa marca, Dios se manifiesta como padre de todos, pero el demonio introduce las distinciones, Dios nos da la capacidad para hacer el bien, y de inmediato el diablo seduce a los “buenos” para hacer que se sientan superiores a los demás, Dios ha hecho de la familia humana su propia familia, pero el demonio inventa las sectas y la divide y multiplica al infinito, Dios ve hijos, el demonio les pone etiquetas: gentiles, paganos, infieles, elegidos, salvos, condenados, pecadores, perfectos, publicanos, fariseos, capitalistas, comunistas, “blancos”, “negros”, puros e impuros, indios, criollos, razas superiores y razas inferiores, razas elegidas y razas desechadas, y un interminable etcétera con el enorme potencial de producir conflictos, luchas, combates y guerras todo el tiempo.

Gracias a todas las distinciones, divisiones, separaciones y cuanto otro pretexto parezca posible, el ser humano, más que el demonio, ha mantenido al mundo sometido a todo tipo de atropellos, injusticias, genocidios y barbaridades, de las cuales México es apenas un pequeño muestrario y Jalisco el escaparate más cercano para observar de cuánta maldad es capaz el ser humano con tal de enriquecerse, corrompiendo, defraudando, engañando, sobornando, robando, pisoteando y asesinando.

Los diversos escenarios de guerra abiertos en el mundo del momento presente no pueden finalmente atribuirse sino a la maldad humana que se protege y reviste con los mejores pretextos y excusas para aniquilar a sus oponentes, sea por revancha, por venganza, por recuperar, apropiarse, porque ellos comenzaron o porque ellos dispararon primero o para defenderse matando a diestra y siniestra a miles de personas inocentes, bajo la consigna diabólica del “o tú o yo”, porque para quienes viven seducidos por el diablo no existe ni puede existir un nosotros honesto y leal.

Por lo mismo, el mensaje de Jesús no ha sido cabalmente aceptado, supondría renunciar a nuestro egoísmo individual o sectario, pero no por eso perdemos la esperanza y el compromiso de construir una humanidad mejor, que a eso nos lleve la fiesta de la Navidad.

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