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Sin nalgadas ni chanclazos

En las calles sonaba la musiquita del camión de las nieves. Mientras se oía esa melodía hipnotizadora, dos niñitas de entre 5 y 6 años salieron corriendo de su casa por un helado. Para pagar, en lugar de agarrar unos pesos, se habían llevado el monedero de su mamá. Era quincena y la señora acababa de llegar de trabajar, así que tenía ahí guardado su sueldo completito, con lo que vivirían las siguientes dos semanas.

Cuando las niñas regresaron a su casa, muy felices con sus nieves, la señora se dio cuenta que el monedero estaba vacío: se lo habían dado al señor de los helados y este se había llevado todo el dinero, el desgraciado no había dejado ni un quinto. La mujer estalló en cólera y desesperación. Después de recorrer las calles de la colonia buscando sin éxito el camión de los helados, las niñas recibieron tremenda tunda, que décadas después aún recuerdan.

La anécdota surgió en una platica sobre la llamada “Ley Chanclazo”, que desde el 2020 prohíbe cualquier castigo físico en contra de menores; es decir, para que los padres, tutores o cuidadores dejen de utilizar los cinturonazos, chanclazos, coscorrones, jalones de cabello, pellizcos o cualquier golpe como supuesto método correctivo. 

La también conocida como “Ley Anti-chancla” (una serie de reformas al Código Civil y a la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes) entró en vigor a unos meses de la pandemia. En esas fechas, casi 75 por ciento de los niños y niñas de 3 a 4 años en América Latina y el Caribe ya eran víctimas de disciplina violenta, incluyendo el uso del castigo psicológico además del físico.

Los datos son aterradores y los dio a conocer la UNICEF, organismo que ha venido advirtiendo cómo el aislamiento incrementó la cantidad de infantes golpeados y maltratados dentro de sus casas a raíz de la pandemia. Y ese riesgo es mayor para los niños y niñas que viven en familias en situaciones de pobreza y exclusión, porque el estrés de los padres, madres o cuidadores suele ser mucho más crítico.

Históricamente el castigo corporal (y hasta las humillaciones) habían estado de la mano con la educación. Tan es así que no falta quién se aviente frasecitas como: “más vale una nalgada a tiempo” o la típica “a mi me pegaban y estoy bien”… Por fortuna, en los últimos años se viene apostando -desde distintos espacios- por la crianza positiva, para dejar los métodos violentos y basar la educación en prácticas de cuidado y formación sin utilizar la violencia, sino respetando a los infantes.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través del Comité de los Derechos del Niño, ha advertido de la incompatibilidad del castigo corporal con la educación, que siempre debe impartirse en un marco de respeto a la dignidad del infante. En Jalisco, agredir o utilizar la fuerza física como método educativo o de corrección contra niños, niñas o adolescente está penado con seis meses hasta cinco años de prisión.

Han pasado varios años desde que el desgraciado señor de las nieves se robó el sustento de esa familia, y es fecha que a la mamá de esas niñas le apena su reacción. Ese día les pidió disculpas a sus hijas, que hoy recuerdan el hecho ya como una anécdota más de su infancia y hasta se ríen entre bromas por lo ocurrido. 

Ellas son afortunadas, lo saben, porque crecieron en un entorno amoroso y de cuidados. Los correctivos que recibieron en su infancia están lejos de la pesadilla que han padecido y siguen sufriendo miles niños y niñas, muchos de ellos sin haber sobrevivido.

Instagram: vania.dedios
 

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