Silencio
¿Cuántos gritos se pueden ocultar en el silencio de una mujer? Todos. Más aún cuando se trata de anular sus derechos. En días pasados una serie de videos dio la vuelta al mundo mostrando las manifestaciones de las afganas contra la “Ley de silencio” impuesta para ellas por el régimen Talibán. En brevísimos clips pude apreciar a mujeres reunidas, ocultas bajo una burka, cantando o mostrando carteles que expresan su inconformidad. Son llamadas de auxilio aún sin respuesta, una manifestación pacífica de resistencia que tuvo consecuencias y que sólo el año pasado implicó más de 13 mil detenciones.
La historia se repite si no se rompe el círculo. Luego de veinte años de luchas y ajustes tras la invasión estadounidense hace más de dos décadas, Afganistán volvió al pasado Talibán cuando el régimen se reinstaló en 2021. Lamentablemente, la sociedad afgana no evolucionó y las mujeres se han convertido en una sombra en ese país, pues en la actualidad se han anulado sus derechos a recibir educación, a trabajar, a salir solas a la calle, a mostrar su rostro e incluso hablar en público. Mujeres invisibles, eso es lo que pretende el régimen.
Analistas han comparado la situación de las afganas con un nuevo “apartheid”: discriminación en su más violenta expresión por el simple hecho de ser mujer. Hace tres años se crearon acuerdos para respetar los derechos ganados en estas últimas dos décadas, pero contrario a lo esperado se han recrudecido las sanciones al grado de la tortura o la desaparición forzada por no cumplir con las disposiciones del “Ministerio para la propagación de la virtud y la prevención del vicio”.
Cada palabra que forma este título es ironía pura y no deja de remitirme a la “Policía de la moral” responsable de la muerte de Mahsa Amini. Hace dos años precisamente las mujeres iraníes se volcaron a las calles quemando sus velos y manifestando la injusticia cometida contra la joven por no llevar correctamente el hiyab que debería cubrir toda su cabellera. Lograron hacerse notar en el mundo en ese momento, sin embargo, de poco sirvió; visibilizaron un problema, una injusticia, una violación a los derechos, pero la imposición del velo continúa y las restricciones para las mujeres también.
¿Qué medidas puede tomar la comunidad internacional al respecto? Al parecer ninguna, ni con las 15 mil filmas recabadas y enviadas a la Unión Europea en el último mes como inconformidad por los abusos cometidos contra los derechos de las mujeres afganas. De poder intervenir, la ganadora de premio Nobel de la Paz 2023, Narges Mohammadi, no estaría en prisión. Así de absurda es la comedia de la política internacional.
La ONU, Derechos Humanos y Amnistía Internacional han condenado las determinaciones del régimen Talibán, pero las cosas en Afganistán siguen su curso sin cambios. Entre los acuerdos fijados en 2021 con el retorno del viejo sistema estaba el respeto a las garantías de las mujeres. Entre 2003 y 2021, la población femenina con acceso a la educación creció del 3% al 40%; pero en pleno 2024 las mujeres quedaron fuera de ella así como de otros derechos como la economía activa, pues sólo algunas mujeres con formación esencial como doctoras y enfermeras mantuvieron sus empleos.
Los Talibanes tuvieron dos décadas para pensar cómo cobrar lo perdido durante la ocupación estadounidense. ¿Acaso el gobierno Talibán se ocupará de las mujeres, niñas, niños y adolescentes si no hay un hombre a cargo de esa familia? La respuesta es: No. Las familias están promoviendo el matrimonio de adolescentes, de apenas niñas, con Talibanes para que se hagan cargo de ellas.
Todos los países tenemos nuestros propios velos y nuestros propios silencios y tampoco hay una exigencia internacional para que se le dé solución, de ser así, quizá no habrían tantos feminicidios ni desaparecidos en nuestro país, por ejemplo.
El silencio no protegerá a las mujeres ni en Afganistán ni en ninguna otra parte, las mantendrá sometidas al régimen en el que vivan porque la imposición del silencio es el arma del poder.