Sabiduría y hacer el bien
Son los dos más importantes patrimonios que sí debemos de acumular. Un par de riquezas que benefician al que los practica y a todos los de su alrededor.
Aunque se ha comentado por muchos literatos, filósofos y líderes espirituales, lo más importante de alcanzar, en esta vida, es disminuir en algo la ignorancia y el egoísmo. Por lo que en la medida que adquirimos más conocimientos y capacidad de entregarnos a los demás, crece nuestro nivel de desarrollo y crecimiento.
Dos pilares que nos conducen a vivir con mayor claridad y conciencia, a disfrutar más de la vida, pues ambas conducen a una plena entrega y dedicación a los demás. La primera, porque nutre el intelecto y abate la ignorancia y el segundo, porque hace posible que ayudemos y hagamos el bien.
Muchas personas aún siguen creyendo que el patrimonio material es lo más atractivo y trascendente que debemos de conseguir en ésta experiencia de vida, sin percatarse que realmente ni produce una mejor calidad de vida, ni aumenta el conocimiento y más bien muchas veces, en vez de incrementar el altruismo, más bien genera todo lo contrario, nos hace avaros y desconsiderados con las personas que necesitan de nuestro apoyo. Por lo que una persona verdaderamente exitosa es la que practica la caridad con sabiduría, humildad y con una actitud tranquila y positiva. En vez de atribuirle éxito a los que acumulan bienes y viven codiciando y obteniendo fortunas, que de cierta forma todo lo van a dejar aquí y la mayoría de las veces ni siquiera lograron disfrutar bien todo lo que consiguieron.
El dinero, dicen, cómo ayuda cuando se tiene, en especial de sobra. Pero también es que no han probado las mieles de lo que es gozar del conocimiento, del saber, de la cultura al reconocer la belleza y la verdad de las cosas. Y lo peor del caso es que ni lo sabrán porque se han dedicado a perseguir el oro, en vez de cultivar sus virtudes.
Sobre todo a la hora de las herencias, los hijos más ambiciosos y materialistas, se frotan las manos por lo que les van a dejar, pero no miran los valores y la cultura que los padres les han trasmitido a lo largo de su historia. Más aún es reconocer y agradecer el enorme esfuerzo que han realizado para que hoy, sus descendientes, tengan al menos algo que valga la pena y los haga continuar por el camino correcto de la vida.
Como no se trata de terrenos, casas y cuentas de banco; los herederos no suelen apreciar ese patrimonio cultural, humano, de valores que sus ancestros cultivaron con tanto ahínco.
Si algo vale la pena heredar a nuestros hijos, es precisamente el conocimiento, el empeño por luchar, por madurar, por crecer, por crear, por hacerse responsables y prosperar sin esperar a que sus padres les obsequian riquezas materiales al morir. Porque en realidad ya les han dado en vida lo más valioso, su tiempo, su dedicación, su amor y su empeño por verlos crecer. Tomémoslo en cuenta, sabiduría y caridad, la mejor herencia.
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