¿Qué nombre le pondrías a tu auto?
No hace mucho un buen amigo me preguntó qué significaba el nombre Clio. Cuando le dije que no significaba nada, se sorprendió y, bueno, estoy seguro que no siguió con la plática por educación, porque no tenía cara de haberme creído. Sin embargo, es cierto, Clio es un nombre inventado, uno que funcionó muy bien para la marca. El tema de los nombres es cada día más complicado para los fabricantes. Con nuevas marcas y modelos apareciendo a cada día, como fue en el principio de la era del automóvil, encontrar un buen nombre para un auto no es tarea fácil. De hecho, es tan difícil, que muchas han usado otras soluciones.
Un buen nombre debe ser fácil de pronunciar en todos o al menos la mayoría de los mercados en los que el coche será vendido. Debe ser, de preferencia, corto, pero algunos compuestos aún funcionan. Muchos usan prefijos y casi todos son inspirados en modelos del pasado. El calificativo “Grand”, que obviamente viene de “grandioso, magnífico” se usó por Mercury en el famoso Grand Marquis y Jeep aún lo tiene en Grand Cherokee o en Grand Wagoneer. También tuvimos Grand Caravan, Grand Vitara, Grand Prix y Grand Am, entre otros.
Hay marcas que usan nombres tomados de ciudades, como Seat, que busca en urbes españolas la denominación de sus autos. Lamborghini acude a los toros para hallar la inspiración. Otras han usado nombres de personas y Ferrari lo ha hecho con autos como el Dino o el Enzo. McLaren hizo lo mismo con el Senna.
Las tres alemanas premium toman el camino, digamos, fácil, al usar códigos para nombrar a sus coches. Mercedes usa una letra y la palabra Clase. BMW usa un número y la palabra Serie. Audi hace una mezcla de ambos criterios y usa una letra, la A de Audi, junto con un número que define el segmento en que compite. De esa manera los alemanes evitan malas interpretaciones en otros países y también se blindan contra la gran mayoría de los problemas de derechos de autor.
Aquí no se puede llamar así
Porque hay nombres que funcionarán en unos mercados y no en otros. En América Latina es difícil para Mitsubishi vender la Montero con su nombre original: Pajero. Para Nissan sería complicado comercializar en México el Moco, principalmente en color verde. Tampoco el Chappo, concepto mostrado en Ginebra en 2001, sería muy bien recibido. De igual manera Mazda jamás podría poner por aquí el hatchback subcompacto Laputa. Volkswagen vende el Jetta en Argentina como Vento, puesto que la fonética del nombre del auto que un día todos los mexicanos tuvieron en la cabeza, significa “mala suerte” en ese país.
Hay nombres que fueron y aún son muy exitosos. Mustang, por ejemplo, que fue nombrado en honor de un avión de la Segunda Guerra Mundial, no dejó de ser fabricado hasta hoy y no muchos saben el origen de su nombre que se transformó casi en una marca, puesto que ya se hizo un crossover eléctrico, el Mach-e, bajo esa insignia.
Toyota fue buscar en el latín la inspiración para el nombre del híbrido más exitoso del mundo: Prius, que significa algo así como “primero, pionero, avanzado”.
Las marcas premium estadounidenses usan nombres pero también códigos. Cadillac tiene la XT4 y la Escalade, por cierto su producto más exitoso. Lincoln usó nombres toda la vida y luego intentó con MKZ, MKS, MKX, que supuestamente deberían pronunciarse: Mark Z, Mark S y Mark X. Como nadie lo hizo y sus ventas no eran precisamente buenas, regresaron incluso a nombres que ya habían abandonado, como Aviator.
Los coreanos también mezclan. Hyundai usa nombres, pero su marca de lujo, Genesis, usa códigos como G80 o G90. Kia también usa nombres y a veces dos nombres para el mismo auto. Forte, por ejemplo, se vende en Brasil como Cerato. Los eléctricos de la marca recurren a los códigos, como el magnífico EV6. Tesla tiene letras y la palabra Model, excepto para su primer pickup, que si llega al mercado como se ha prometido se llamará Cybertruck.
El portugués José Saramago, ganador de un Nobel de literatura de 1998, escribió el libro “Todos los nombres” y su personaje principal, Don José, es el único nombre de todo el libro. A veces siento que así se pone la industria, aunque eventualmente aparece una genialidad como Clio, que no necesita significar algo para ser conocido y exitoso.
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