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Qué hacer con la amargura

Ciertamente hay muchas personas, que aunque no lo quieran, se les nota la amargura en la que viven. De su cara, sus gestos, actitudes y palabras emanan una desagradable ración de algo que huele amargo, como cuando uno tiene mal aliento, y no te das cuenta del tufo que sueltas cada vez que abres la boca.

Son personas que no están disfrutando de la vida y tienen aversión a otras personas, muchas cosas no les despiertan entusiasmo ni gusto, por estar en una reunión. Prefieren alejarse, reclaman y reprochan las bromas y espontaneidad de los demás, porque su tono emocional está decaído y lleno de frustraciones.

Sí llegan a ser personas altamente tóxicas y venenosas; no es agradable estar a su lado porque destilan un mal sabor de boca.

El peligro principal es que la ira gobierna su corazón y de plano no se pueden reconciliar con la vida y con las personas que han tenido alguna dificultad. Se quejan de todo y montan en cólera, por cuanta estupidez los hiere en su sensible ego.

Un remedio, para aligerar, la semejante carga que llevan sobre sus hombros, es hacerles saber que no son gratos, que destilan amargura por todos sus poros de la piel. Que tienen que hacer algo con su tristeza y enojo. Porque el colmo de los amargados, es que no aceptan que lo son y muchas veces siguen creyendo que así es la vida y que están en lo correcto.

Tienen que saber que apestan, si no lo saben no intentarán, ni si quiera de ponerle algún remedio a su deplorable condición de vida.

Si empiezan a hablar mal de alguien, a calumniar, a levantar falsos, lo mejor es no hacerles caso y cambiarles el tema. No les ayuda que se les dé por su lado y que crean que se vale despotricar contra los demás.

Los amargados tienen herida su alma, le tienen coraje a los que viven bien y disfrutan de la vida, pueden llegar a descargar sus sentimientos contra ellos, sólo por el hecho de que odian que la vida sea tan grata con otros y él no la pueda gozar.

Hay que trasmitirles altas dosis de esperanza, de devolverles la fe en la vida, de que comprendan que no todo se ha acabado y de que siempre hay una puerta de salida para su terrible condición.

Mientras ellos no resuelven su situación, no trates de convertirte en su salvador y mejor sigue tu camino. No vaya a ser que te contagien.

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