Ideas

Qué fastidio la educación virtual

Y con justa razón debemos hacer caso a miles de estudiantes que se rebelan ante una educación tradicional, ahora de manera virtual. Para muchos, simplemente no funciona. 

Lo que nos motiva a mejor buscar revolucionar la educación practicada en el sistema antes de ésta irrupción de la pandemia. 

Un primer punto que vale la pena reflexionar es que ya la educación no debe de centrarse en la transmisión de la información. Esa ya está ampliamente desarrollada en el mundo virtual. Lo que sí se necesitan son asesores que hagan más digerible y comprensible la información. En cierta forma, hacerla más amigable y humanizarla para que no se robotice. 

Lo que urge educar es la formación de la persona. Es decir, lo que en los albores de la pedagogía se le llama carácter. Y a este propósito quiero contar una anécdota que se le atribuye al Barón Pierre de Coubertine, iniciador de los modernos Juegos Olímpicos. Dicen que una vez que regresó de sus viajes de estudio, junto a prestigiados arqueólogos y antropólogos, descubrió por qué el mundo Helénico había llegado a tan altos niveles de perfeccionamiento en tantas ramas del saber. Y cuando expuso públicamente su descubrimiento, manifestó que los griegos tenían una manera muy desarrollada de la formación del carácter, y eso se lograba con el deporte. Por lo que consideró que revivir su práctica en la niñez y la juventud era fundamental para su crecimiento, desarrollo y formación integral de la personalidad.

De aquí se deriva la idea de que es prioritario enseñar la valentía, la confianza en sí mismos, la seguridad, la adecuada autoestima, la honestidad, la determinación y la firmeza al tomar decisiones, y, en fin, la formación de muchos de los valores que promovemos socialmente, pero que finalmente no hay quien se comprometa a enseñarlos en forma cabal. 

El deporte necesita dejarse de ver como una actividad secundaria y de forma recreativa. Es una formación toral de la disciplina, la constancia, la superación y el perfeccionamiento integral de la mente. Tiene la ventaja de que divierte a la vez que proporciona salud y una mayor capacidad de integración social. 

Ya tenemos que dejar atrás la idea de sentar alumnos en una aula de clases y ponerlos atrás de un pupitre a que tomen la lección de un maestro y se preparen para un examen, que si lo pasan, reciben aplausos y si lo reprueban, una serie de castigos.

Ahora queda más claro que los niños y jóvenes piden a gritos estar con sus amigos, que es una manera fundamental de crecer rodeados de personas de su edad. Han hecho de la escuela su club social, y nosotros debemos de comprender que es muy importante. Y no por ello reprimir esa necesidad obligándolos a estar en clases, callados y sin interaccionar entre ellos, para cumplir con las exigencias y los reglamentos escolares.

Ahora podemos proponer que se separen esas actividades: una es adquirir conocimientos, de cualquier ciencia, y otra es la formación de su carácter. Y una más es la socialización. 

Las tres no tienen que estar en el mismo espacio, ni con las mismas personas durante largas horas del día. 

De aquí la importancia de que se desarrollen más los clubes deportivos, sociales y culturales. Y no que las escuelas se conviertan en clubes. 

La libertad, la autoconfianza, el ejercicio de la autodisciplina, la capacidad de adquirir buenos hábitos y así alejarse de todos los peligros que representa la extenuante ansiedad y angustia en las que viven muchos jóvenes, que irremediablemente los conducen a las adicciones. 

Este virus nos ha puesto a reflexionar y a revalorar las cosas a nivel global, y no puede ser que terminado todo esto queramos regresar a la “normalidad” educativa como si nada hubiéramos aprendido.

Vamos a hacer cambios oportunos y en beneficio de las nuevas generaciones, el modelo actual ya se agotó. Las familias tienen que asumir un papel más directo en la educación de sus hijos y estar más al pendiente de su formación y desarrollo.
 

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