Placer... para masoquistas
Salvo la mejor opinión de los entendidos, el melómano de a pie hubiera preferido que la Sinfonía No. 94, “Sorpresa”, de Haydn, se hubiera puesto al final, y no al principio del quinto programa de la primera temporada 2022 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), la noche del jueves en el Teatro Degollado: el público -poco menos de media sala- muy probablemente se habría llevado en la memoria un recuerdo mejor que el que dejaron las dos obras que cerraron la velada.
“Paradoxa”, según Andrea Chamizo, joven compositora mexicana que estuvo en la sala para el estreno de su obra en el Degollado, “es un juego entre (...) texturas complejas (...) abruptamente interrumpidas por (...) una melodía muy memorable (?) que se convierte en incomprensibles balbuceos..”. Más allá de las intenciones -y del respeto que merece la presencia de la compositora en la sala-, la obra hace pensar que si la principal razón de ser del arte es producir placer, hay “obras de arte” que solo pueden producir placer... a los masoquistas.
“Paradoxa” quebranta impunemente todos los cánones. Aunque hubo aplausos, uno supondría que difícilmente alguien de los que aplaudieron “Paradoxa”, querría volver a escucharla.
Se supone que las “Danzas Marossék”, de Kodály, con que se cerró la velada, “reflejan aquel antiguo 'país de las hadas' de Transilvania”. El autor, según Wikipedia, “está enriquecido enormemente por el contacto directo con la voz del pueblo”. La obra es rítmica y tiene pasajes agradables, aunque ciertamente no memorables. Diríase, a la vista de la partitura: “mucha tinta y poca música”.
Menos mal -decíamos al principio- que la Sinfonía “Sorpresa”, de Haydn, estuvo en el programa. Enrique Radillo, director asistente de la OFJ, aunque excesivo por sus movimientos exagerados, y limitado por usar poco la mano izquierda, mantuvo, en lo general, el equilibrio de secciones. Los aplausos al final de cada movimiento fueron más cálidos, quizá, que los del cierre de la obra. La lectura quedó a deber en las dinámicas: los sonidos piano no fueron lo suficiente para acentuar el contraste con los forte, como, por ejemplo, el célebre acorde en Sol mayor que irrumpe inesperadamente casi al inicio del segundo movimiento (andante) y da a la obra el nombre con que ha pasado a la inmortalidad.
El programa, como de costumbre, se repite este domingo, en la misma sala, a partir de las 12:30 horas.
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