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Perdón, mamacita

Perdón, mamacita, usted sabe que sí pienso en usted al salir al jale cada día. Desde que era morrillo no me siento bien si al salir no me da su bendición.

Perdón, mamacita, acuérdese que yo no entré a esto por gusto, que yo quería ser piloto, que quería llevarla a conocer muchos lugares, que me viera con mi uniforme, traerle cosas de mis viajes.

Que ya estaba en la primaria pero mi jefe un día nomás no volvió, el muy cabrón, y usted tuvo que ponerse a buscar trabajo y a mí me dejó a cargo de la Yenni y el Brayan, que todavía ni al kinder iban. Ni modo de dejarlos amarrados a la pata de la mesa mientras yo iba a la escuela y usted a trabajar.

Y a usted, que solo agarró chamba de chacha, no le daba la vida. Yo me daba cuenta. Se iba todo el pinche día y apenas si traía doscientos pesos para darnos de mal tragar.

Qué gusto me dio cuando El Betito, ¿se acuerda de él?, el hijo de la Lety, sí, al que luego mataron en la vinatería, cuando me dijo que me iba a dar cien pesos cada vez que le avisara si pasaba alguien desconocido por la calle.

Usted me puso una madriza la primera vez que le di los cien pesos. Que de dónde me los había robado. No me creyó lo del Betito. Luego me dijo que no le parecía, que sonaba raro. Pero al final, hasta me torcía la cara el día que yo no le entregaba dinero.

Como siempre fui bien trucha, luego el Betito me presentó con La Rana, y entonces me ponían a hacer otros mandados. Eran medio llevados, pero conmigo no se manchaban. Y hasta nos ayudaron cuando a usted la acusaron de robarse una lana, ¿se acuerda? Pinche abogado gandaya el de su patrona, que quería chingos de dinero dizque para que no la metieran al bote de por vida. La Rana se portó jefe, me cae.

Yo tenía apenas once años, pero ya para qué le buscábamos. Mejor que usted se quedara en la casa con mis carnales y yo ya me metí de lleno a andar con La Rana. Ya nunca nos faltó de comer y hasta me la llevé a Acapulco, ¿se acuerda, jefa?

Perdón, mamacita, por no haber sido piloto. Pero después de todo lo que pasamos, ¿cómo chingados iba a seguir yo en la escuela? Y ya olvídese de piloto, sin prepa en ¿dónde iba a agarrar chamba? ¿En una fábrica para ganar 110 pesotes diarios? ¿De mozo en una taquería? O quería que me fuera al tianguis, como mis primos. ¿Qué diferencia hace vender garnachas, discos piratas o tachas?

No le voy a mentir. Un día sí sentí gacho: cuando nos quebramos a un bato de la colonia. Pero qué, ¿le decía a La Rana que ya no, que me rajaba? ¿Y luego? ¿Y la lana, de dónde la íbamos a sacar? Ni que fuera tan fácil.

Además, ni que los ojetes de la policía fueran mejores que nosotros. Ni que los jueces fueran justos cuando otros nos acusan con puras mentiras, como a usted. Ni que los rateros del gobierno pudieran darnos el ejemplo para que la gente se porte bien. Ni que los riquillos respetaran las putas leyes. No maaamm, no me haga reír, amá.

Perdón, mamacita, por dedicarme en México a lo que México me dio chance de dedicarme. Y ahora no me quite más el tiempo, que cada día hay más competencia en mi jale. Besos, mamacita.

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