Palabras en la acequia
El lío de las cuencas/I
n qué cuenca vive usted? Esta sería una pregunta obligada si acaso los ciudadanos de este país tuviéramos en mente que existe alguna territorialidad denominada como “cuenca hidrológica” o “cuenca hidrográfica”. Pero sólo los conocedores saben, y no a ciencia cierta, en qué cuenca habitan. Pero vayamos por partes. ¿Qué es una cuenca? Una definición sencilla es la que tomó la entonces Secretaría de Recursos Hidráulicos (1990) y que cito: “Cuenca hidrográfica es el territorio cuyas aguas pluviales y fluviales afluyen a una misma corriente principal, lago o mar”.
La cuenca hidrográfica es una definición geográfica que se basa en la morfología del terreno. Hace referencia a una forma “natural” en forma de recipiente (un símil que podemos identificar con facilidad es el de “la cuenca de los ojos”). La cuenca hidrográfica, tomada como una formación natural, tiene elementos sustanciales: sus límites -llamados parteaguas- ubicados en las partes más altas, los principales escurrimientos que dan a un río o cuerpo de agua.
La Comisión Nacional del Agua, el Instituto Nacional de Ecología (actualmente se le agrega “y Cambio Climático”) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2007 definieron las cuencas hidrográficas en México. Basándose en ese documento (Delimitación de las cuencas hidrográficas de México a escala 1:250 000) existen tres tipos generales de cuencas: las que tienen escurrimiento hacia los ríos y una salida al mar son las más representativas y son llamadas como exorreicas; pero también hay las llamadas cuencas cerradas o cuencas endorreicas, que no tienen ninguna salida natural, pero sí un cuerpo de agua receptor (la cuenca donde se asentó la Ciudad de México era un ejemplo de este tipo de cuencas, luego abierta artificialmente por la mano del ser humano mediante los sistemas artificiales de desagüe); por último, las cuencas arreicas son las que tienen escurrimientos pero no un cuerpo receptor visible.
La cuenca hidrológica ha sido un espacio definido para la gestión del agua en México desde la mitad del siglo XX, aunque en otros países ya había sido tomada como una unidad de manejo del recurso hídrico: en Estados Unidos de Norteamérica en 1922 (Colorado River Compact), en España en 1926 (Confederaciones Hidrográficas), entre otros países. En Francia fue tomada en cuenta en la legislación hasta 1964 (a través de la gestión descentralizada de las grandes cuencas hidrográficas).
Se supone que las cuencas son formaciones naturales, por lo que muchos autores (sobre todo desde las ciencias llamadas “duras” y las ciencias aplicadas, como la ingeniería) defienden la naturalidad de las cuencas como un modelo de reconocimiento de la dinámica natural. Sin embargo, en mi opinión, las cuencas hidrológicas no son más que un constructo humano sobre la naturaleza.
El lío de las cuencas/II
En México las cuencas se encuentran dentro de una región más amplia: las regiones hidrológicas. En 1947 la entonces Secretaría de Recursos Hidráulicos definió 37 regiones hidrológicas en México. En la actualidad, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) define tan sólo 13. Este simple dato es parte de mi argumentación para decir que las cuencas (y las regiones hidrológicas) son un constructo humano. No niego la existencia de este fenómeno geográfico denominado como cuenca, sino de que en su definición, límites y concepción se ha definido más que por su naturalidad, por la actuación del ser humano, por procesos políticos y por procesos de interpretación. Recuerdo las palabras de Eliseé Reclus, geógrafo y anarquista francés (1869): “Toda nuestra imaginación no basta para abarcar en su conjunto el circuito de la gota y por eso nos limitamos a seguirla en su curso y su caída, desde su aparición en la fuente, hasta mezclarse con el agua del caudaloso río y el océano inmenso. Como seres débiles, intentamos medir la naturaleza con nuestra propia talla”.
Veamos el caso de las cuencas en México, una historia que permite ver que las cuencas se expanden y se contraen (y no por ser éstas características naturales ni inherentes a las cuencas): En 1962 el ingeniero y geógrafo Jorge L. Tamayo delimitó el territorio nacional en 180 cuencas. Trece años después, en 1975, con la elaboración del Plan Nacional Hidráulico de la extinta Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, se contabilizan 102 cuencas. Para 1998 la Comisión Nacional del Agua (Conagua) delimita 234 cuencas hidrológicas, y entonces empieza el estira y el afloja en las cuencas, que se contraen, se reproducen y se expanden, porque en el año 2000 la Comisión Nacional de la Biodiversidad (Conabio) delimita 1739 cuencas. Tan sólo tres años después, en el 2003, el entonces Instituto Nacional de Ecología (y ahora “y de Cambio Climático”) define 1718 cuencas…
Estas definiciones de cuencas parten, también, de un problema de fondo y es que las diferentes instancias gubernamentales no tenían (creo que no tienen, actualmente) una coordinación ideal que permita tener cierto tipo de información estandarizada. Pero el asunto de las cuencas mexicanas que se reproducen, se expanden y se contraen no paró ahí, porque en el 2007 el propio INE y la Conagua logran un consenso para definir 13 regiones hidrológicas en México que contienen 1471 cuencas hidrográficas o 731 cuencas hidrológicas.
¿Confundido el lector? Digamos en primera instancia que si las cuencas fueran formaciones naturales no tendría por qué haber tanta diversidad en su identificación ni tanto lío en su delimitación. Pero, además, ¿qué es eso de cuencas hidrológicas y de cuencas hidrográficas? En la próxima entrega comenzaré por tratar de definir esta diferencia.
*Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Correo electrónico: danielmurillo1@gmail.com