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PISA nos pisa

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (PISA) nació en 1961, y a lo largo de los años, vista su trascendencia, muchos países han buscado la manera de formar parte de este organismo. Entre los objetivos que persigue se ha destacado la comprensión básica de que una educación de verdadera calidad es clave para el desarrollo y crecimiento de personas y sociedades, de ahí que, a partir del año 2000, PISA implementó un sistema para evaluar el desempeño de los jóvenes en materia educativa y a partir de los resultados revisar, modificar, corregir y/o actualizar los programas. 

La prueba PISA se aplica a jóvenes que estén cursando la enseñanza secundaria dentro de los países miembros. México pertenece a este organismo desde 1994, junto con otros 38 países, la mayor parte europeos. Tenemos que advertir que en este nutrido grupo se da una notable variedad de condiciones económicas, políticas y sociales, como por ejemplo países de un alto nivel democrático, como Suecia, participando con países como Turquía, o de un elevado perfil educativo, como Finlandia y otros, como México, que no ha logrado a la fecha superar sus inercias paralizantes.

No obstante, la pertenencia está orientada justamente a la cooperación entre los países miembros, de tal manera que todos puedan paulatinamente ir alcanzando el nivel deseable, meta que solamente puede alcanzarse partiendo de datos muy objetivos acerca de las condiciones reales en que cada nación se encuentra en los diversos campos evaluados periódicamente.

A este respecto PISA publicó los resultados de su más reciente evaluación educativa los cuales pusieron a la vista de todos, la condición de los estudiantes mexicanos. En realidad, nada nuevo, porque tampoco nada nuevo se ha hecho en esta materia, aclaro, nada nuevo que dé resultados verificables y que se sostenga permanentemente, en su lugar lo que hemos tenido por décadas es un incesante reformismo que jamás se da la oportunidad de madurar.

Pero el problema educativo es aún mayor si desde las más altas esferas de la nación, las autoridades se niegan a aceptar los hechos aduciendo todo tipo de salidas; incluso los países que tuvieron un régimen expresamente marxista, han apostado siempre por una educación de excelencia, si no, ¿cómo la Unión Soviética habría podido conquistar el espacio ya en 1961?

La negación como primera respuesta a un mal resultado es bastante infantil, no aceptar los hechos, culpar inmediatamente a otros por los resultados que ahora se están teniendo, desautorizar al evaluador, o quererse justificar, son reacciones muy inmaduras que no conducen sino a la perpetuación del fracaso, y a que se siga retrocediendo.

Desarrollar todas las potencialidades del ser humano, ayudarle a superar los aspectos negativos de su origen cultural, como sería la baja autoestima, la indolencia, la falta de interés en el propio crecimiento, son exigencias irrenunciables para cualquier sociedad, independientemente del sistema político o ideológico que se siga.

Lo cierto es que en materia de educación México, con o sin la OCDE, con o sin PISA, no ha podido mantenerse en una línea ascendente porque pesa sobre ella todo tipo de intereses egoístas siempre manejados en función de las motivaciones políticas, prohijando todo tipo de prácticas corruptas que maestros de la mejor calidad deben soportar a lo largo de sus carreras, pantanos que devoran presupuestos y echan a perder las mejores prácticas de los mejores profesores, que sí los tenemos y son muchos en todos los niveles.

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