Nuevos retos
Hace algunos años, un personaje de los que nacen muy de vez en cuando me invitó a escribir en las páginas de EL INFORMADOR. Yo era un joven político y me decía Don Jorge Álvarez del Castillo Zuloaga, el personaje referido, que era importante escribir y publicar lo escrito, ya que de una parte ayudaba a aclarar las ideas de quien lo hacía y por otra, los lectores tendrían una opinión directa de qué pensaban y cuáles los compromisos de quienes eran actores de la vida pública.
Ahora, años después, gracias a otra invitación, estoy cumpliendo un compromiso largamente diferido y lo hago con la mayor gratitud por dos razones, primera: EL INFORMADOR es nuestro periódico, el diario de los tapatíos; punto de encuentro, espacio en el que se propicia la reflexión, ventana de la vida cotidiana, sus retos y problemas, foro en el que se expresan las opiniones y puntos de vista de quienes habitamos esta maravillosa ciudad y en ella construimos, o no, los lazos que le dan fuerza y sentido a nuestra comunidad. Todos estamos, como tapatíos, obligados a colaborar a su engrandecimiento.
Y segunda, vivimos una época ciertamente compleja, enfrentamos fuertes desafíos en el orden mundial, nacional y local que no nos son ajenos: las contradicciones del sistema capitalista que ha favorecido una inequitativa distribución de la riqueza, los abusos del poder que han propiciado la irritación del ciudadano de “a pie” y la emergencia de liderazgos dogmáticos e intolerantes o la pulverización de las fuerzas políticas y el debilitamiento del Estado con todas las consecuencias que este pueda tener.
Vivimos también los riesgos del cambio climático, la disrupción tecnológica, la fusión de la “infotecnología” y la biotecnología; las asimetrías educativas y culturales en el mapa geopolítico, el reposicionamiento de los nacionalismos, el desarrollo de la inteligencia artificial y de los algoritmos, y la crisis de valores de la sociedad occidental, entre múltiples factores que obligan a generar y promover nuevas formas de entendimiento entre quienes compartimos, a querer o no, pasado, presente y futuro.
No hay opción, o caminamos juntos o los países desarrollados se irán y nosotros nos quedaremos en medio de la pobreza, la desolación y el odio.
Dos compromisos. Con quien me distingue con su invitación, mi gratitud.
A quienes me hagan el favor de leerme, les ofrezco escribir con objetividad y honestidad, inspirado en las palabras inscritas en las más venerables canteras de nuestra patria chica: “De poco sirve que Dios guarde la ciudad si sus ciudadanos no la cuidan”.