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Nacho Marván y los cacicazgos

Antier fue cumpleaños de Ignacio Marván, politólogo e historiador que muy prematuramente falleció el año pasado. Por razones que no vienen a cuento me topé con una entrevista suya de mayo de 1988 en La Jornada. Paso la voz a Nacho y a su entrevistador, Pablo Hiriart.

“En el caciquismo no cabe la pluralidad, porque es incompatible con el país moderno y cada vez más plural que habitamos, asegura Ignacio Marván, coautor de ‘Estadistas y Caciques’”. 

Así arranca la nota de Hiriart, quien explica que el volumen es coordinado por Carlos Martínez Assad y que está dividido en tres secciones: los caudillos del siglo XIX, los que se convirtieron en estadistas -“Obregón, Calles, Portes Gil, Lázaro Cárdenas y Ávila Camacho-, y por último los caudillos más ligados a procesos locales, de carácter regional”.

Marván le declara a Hiriart: “En la biografía de estos personajes se va formando el Estado mexicano contemporáneo” y expone que ve al libro como un balance de nuestro origen en términos de cultura política.

-¿Cuál es la diferencia entre liderazgos y cacicazgos?

-Los primeros tienen una expresión institucional y partidaria. Están más ligados a definiciones ideológicas que al mercadeo entre favores y gestiones políticas que da origen a los clientelismos. El liderazgo es en función de proyectos, de visiones de país mucho más amplias, más consolidadas, más que apoyos directos y venta de favores, que es como articulan los cacicazgos. 

-¿Fidel Velázquez?

-Ese ejemplo es muy interesante, porque en Fidel Velázquez se da una transición muy prolongada del cacique al líder. Jamás podremos negarle su militancia institucional en función de un proyecto. A partir de los años 60 tenemos una recomposición de la política laboral donde el liderazgo de Velázquez para definirla es fundamental. Es en términos de reparto de utilidades, Comisión Nacional de Salarios Mínimos y la paulatina articulación de una forma de organización sindical sobre otras alternativas, pero con elementos de proyecto. 

-¿Joaquín Hernández Galicia?

-Ese es un caso radicalmente diferente, en la medida que es un líder muy circunscrito a una región. No se le niega su presencia nacional, pero es un líder muy articulado a una región, y su fuerza depende fundamentalmente del trato personal, de la formación de clientelas en torno a su dirección.

-¿Juan Sánchez Navarro?

-Aquí, más que ser caudillos empresariales, son hombres de empresa que además de serlo tienen proyectos muy particulares de organización y de visión del país. En este caso podríamos hablar de un líder institucional que de ninguna manera monopoliza la representación patronal. Ésta se ha venido complejizando y pluralizando, si no tanto a nivel de cúpulas, sí a niveles regional y de sectores.

-¿Entonces los cacicazgos son únicamente fenómenos en lugares muy atrasados del país?

-Atrasados en términos políticos, porque hay regiones muy modernas en las que encontramos líderes que son básicamente caciques, y que han impulsado la modernización de esa región. 

-¿Y son buenos o malos?

-Buenos en la medida que han ayudado en algunos lugares. Pero el problema del caciquismo es que en él no cabe la pluralidad. En un país moderno, cada vez más plural, es incompatible la existencia de determinados cacicazgos, en la medida en que estos son incapaces de procesar la pluralidad. 

Hasta ahí la nota de La Jornada del 19 de mayo de hace 35 años. 

Dicen que las casualidades no existen: quizá sí vengan a cuento las razones por las que uno se topa con lo que decía Nacho sobre los cacicazgos hace tres décadas y media.  
 

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