Ideas

Memorias: Guadalajara en Afganistán

Carlos Servín Ugarte

"Ustedes tienen los relojes, nosotros el tiempo"

Proverbio afgano usado por un comandante talibán durante las conversaciones.

Llegué a Bagdad hace unas semanas, la misión de Naciones Unidas y el paralelismo empezaron a llegar a mi memoria desde los primeros correos electrónicos. La situación era muy parecida a mi pasado en Afganistán, a donde llegué hace 16 Años. Había arribado para asesorar al gobierno transicional para el desarrollo de sus elecciones parlamentarias después de la primera elección democrática en 30 años. Hamid Karzaihabía sido electo presidente. Los afganos se estrenaban en la democracia electoral, muchos de ellos llenos de esperanza, otros escépticos acerca de los nuevos valores. Era mi primera misión fuera de México, ante la confusión el peligro y lo diferente me comencé a preguntar qué era lo que estaba yo haciendo en el remoto país del Hidokush, entre las montañas que habían visto llegar a los ejércitos persas, árabes, mongoles, ingleses y estadounidenses. Pronto ya en mi estación de trabajo en las montañas del centro del país, donde los hazaras han habitado por cientos de años, empecé a entender cada vez mi cometido. Recuerdo que mis colegas locales me comentaban como en tiempos del talibán la música estaba prohibida, las mujeres recluidas en las casas y en casi cada esquina una pandilla de policías morales les decían que podían y que no podían hacer. Cuando llegó la incipiente democracia todo cambió. Las escuelas de niñas fueron reabiertas, era muy grato observar como las niñas caminaban, quizás, 3 o 4 kilómetros para llegar a la escuela, ataviadas con su hijab  y unos pocos libros y cuadernos. Hoy quizás eso ya no será posible.

Los hazaras, una etnia descendiente de los mongoles habían sufrido bastante durante el gobierno talibán: matanzas, lapidaciones, golpes y desapariciones. El panorama en ese 2005 era diferente, estaban listos para postular cientos de candidatos a los asientos en el parlamento, y así lo hicieron. Recuerdo aun a cientos de mujeres abarrotadas en las urnas para emitir su voto, que por cuestiones culturales tenía una casilla diferenciada: una para hombres y otra para mujeres. Y recuerdo a Massoma, una joven con la que trabajé de cerca, brillante, revolucionaria para un país donde los derechos de las mujeres eran una novedad. Recuerdo incluso como algunos de los mismos compañeros le reclamaban su liderazgo en las capacitaciones, pero eso la motivaba más a forjar un mejor futuro para sus compañeras.

Fue así como mujeres como Massoma, o como Malala, o algunas de las muchas candidatas, se postularon a las no tan lejanas elecciones en, 2005 o 2018. Siempre en busca de mejorar las condiciones de un país que lleva en guerra cerca de 40 años.

He estado platicando con muchos especialistas que trabajaron en Afganistán, todos vimos con asombro el avance increíblemente rápido del talibán. La mejor conclusión llega al saber que en las diferentes provincias del país han existido desde décadas liderazgos militares fuertes, con hombres armados, más fuertes incluso en la región que el gobierno nacional. En muchos casos los propios miembros de las fuerzas nacionales responden más bien al liderazgo local. Siendo esto así los talibanes fueron negociando región por región hasta llegar a las puertas de Kabul, donde sorprendieron no solo al gobierno nacional sino a toda la comunidad internacional. Borrando así las esperanzas de una modesta comunidad de afganos, que regresaron al país en los años dos miles después de haber crecido como refugiados en Irán o en Pakistán, y que tenían expectativas y valores más liberales que la comunidad tradicional afgana. Estas personas entre ellas cientos de mujeres, miembros de minorías como los hazaras serán blancos de los talibanes en las próximas semanas, y no solo los interpretes de las fuerzas del ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad de la OTAN) y de los estadounidenses, sino todos aquellos que de alguna forma trabajaron para los diversos organismos internacionales, ONGs internacionales y que abrazaron una serie de ideales que quizás no son los de la mayoría de los afganos. Después de todo han sido una sociedad ciertamente conservadora. Sus únicas opciones son encontrar un balance o una nueva guerra civil. Y aunque los “talibanes 2.0” han prometido libertades veremos hasta dónde no se convierten en el ejemplo más vergonzoso de la humanidad, por segunda ocasión, y terminan por difuminar las esperanzas de cientos de mujeres afganas que por 20 años soñaron con la igualdad.

Bagdad, 16 de agosto del 2021.

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