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¿Los políticos se hacen adictos al poder?

Desde luego que no todos, pero los que padecen de una cierta codicia sí acaban siendo incapaces de soltarlo.

Unos políticos quieren el poder por el poder mismo, realmente no lo desean como un medio para realizar un fin social en particular, sino para poseerlo y hacerlo suyo. En realidad, no les importan los demás, su principal ambición es conseguirlo y muchas veces a como dé lugar, con tal de tenerlo. Su motivación principal puede ser el sentirse admirados o importantes, como si se tratara de destacar por encima de los familiares y amigos. Es una cuestión psicológica, de sentir un cierto complejo de inferioridad, y estar convencidos de que con el poder que van a tener lograrán compensarlo y sentirán un fresca superioridad, aunque falsa, pero se la llegan a creer.

Otra de las razones para ir afanosamente tras el poder es por los beneficios que se pueden obtener con él, como la fama, la riqueza o el poder de influencia y acercamiento a las relaciones con otras personas también poderosas.

Desde luego que hay quien puede combinar ambas y gustarle esa sensación personal de poder, y creerse importantes, porque les da mucha seguridad y además pueden obtener múltiples ventajas y beneficios, que les darán prestigio o hasta creer que dejarán huella en la historia.

Y claro, podemos hablar de una adicción al poder, pues les llega a gustar tanto y se sienten tan bien con él, que temen mucho dejarlo, sienten que van a perder algo muy importante de su seguridad y confianza de sí mismos.  Hasta ven amenazada su autoestima, con tan sólo imaginar que se quedan sin él.

En general, los políticos adictos al poder suelen estar centrados en un fuerte ego, hasta rayando en un narcisismo con síntomas psicopatológicos, porque se les hace un vicio el sentirse admirados, al captar la atención del público, la prensa y las cámaras.

Se hacen tan egoístas, que nomás están viendo lo que aumenta o disminuye su imagen, y se les olvida que el poder es para servir al pueblo, no para estarse sirviendo de él, para su engrandecimiento personal. Por lo que es muy fácil que lleguen pronto a abusar del poder que tienen e incurrir en ciertas perversiones, como perseguir o hasta intimidar a los que hablen mal de él. O recurrir a la extorsión y el chantaje, con tal de conseguir lo que quieren para cumplir sus caprichos.

Ciertamente su adicción los lleva a excesos que los alejan de la ética y la integridad, y rebasan los límites que imponen las leyes y la justicia, porque su poder lo llegan a sentir que está por encima de todo. Están tan centrados en sus propios intereses, que viven del berrinche de que las cosas se van a hacer como quieren y cuando quieren, y no soportan los límites que les imponen las leyes o las autoridades.

Usted saque sus propias conclusiones.

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