Los dos mundos de “Chavita”
“¿Viste que encontraron al niño que se robaron cuando era bebé?”, ayer fue la noticia que acaparó el día, que ha conmovido y hecho llorar a quienes conocen la historia.
A Salvador López Macías, “Chavita”, se lo robaron hace 16 años y dos meses de la clínica 45 del IMSS, en Guadalajara. Era un bebé que tenía unas cuantas horas de nacido. En medio de la alegría por su nacimiento, su mamá apenas pudo cargarlo cuando una mujer que se hizo pasar por enfermera se lo llevó. Desde entonces no volvieron a saber de él. Pasaron días, meses y años de llanto, angustia, coraje y desesperación, sin que sus papás dejaran jamás de buscarlo.
Ayer las pruebas genéticas les confirmaron a Rosalía y Yasir que el joven localizado en el municipio de El Salto tiene 99.9% de parentesco con ellos: es su hijo, ese que el 14 de diciembre del 2005 les arrebataron, y al que soñaban con poder volver a abrazar.
En unos días la vida del joven también dio un vuelco. De acuerdo con la psicóloga Gabriela Porras Rangel, directora general de Integra-t, se trata de un evento de impacto para “Chavita” porque hay una ruptura en la realidad que él conocía: su historia, sus vínculos, su cotidianeidad y su sentido de pertenencia a una familia con la que creció.
“Primero, tendríamos que saber el trato o la forma en que fue criado, educado, formado, acompañado en esta familia. Si este fue un espacio sano, tendrá muchos más recursos para sortear esta nueva realidad”, señala la especialista en temas de infancia y adolescencia. “Más allá de si es un delito o si hay algo que perseguir, él debe encontrar esta conciliación entre las dos familias, entre las dos realidades”.
La situación que hoy enfrentará el adolescente, subraya la psicóloga, es similar a lo que se vive en un evento de adopción, donde el menor sabe que tiene unos padres biológicos.
“Claro que él ahorita va a entrar en un fenómeno de pérdida: estoy perdiendo mi historia, estoy perdiendo la realidad que conozco, estoy perdiendo la relación e inclusive estoy perdiendo el espacio geográfico en que yo crecí y que yo conozco”, detalla Porras Rangel sobre lo que sigue para “Chavita”.
El que sus padres no hayan dejado de buscarlo durante estos 16 años, dijo, será de gran ayuda para el duelo que viene para él, donde además de ajustar el sentido de pertenencia e identidad, se deberá trabajar en fortalecer los nuevos vínculos con sus padres biológicos.
Y esos nuevos vínculos seguro vendrán fortalecidos porque este encuentro representa una nueva vida para él, llena de nuevas posibilidades y rodeado del amor incondicional que sus padres biológicos le han tenido cada minuto, desde que nació. “Chavita” hoy sabe que tiene una mamá y un papá que noche a noche rezaron y lloraron por él, que se mantuvieron firmes en su búsqueda y sacaron fuerza de donde quizás ya no las había. Es un nuevo inicio, en una familia que lo ha esperado durante 16 años, soñando arroparlo para dormir.
El llanto de Rosalía y Yasir esta vez es de alegría. Ellos no desistieron nunca: visitaron televisoras, periódicos, radiodifusoras y no dejaron de tocar puertas pidiendo ayuda para encontrar a su hijo. En el camino hubo quienes los dejaron, pero también quiénes se mantuvieron a su lado, firmes, incondicionales, hasta por fin dar con “Chavita”. Un milagro, de esos que hoy tanta falta hacen y la fe de una madre es capaz de mover montañas.
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