Ideas

Lo común de lo extraordinario

Este definitivamente no es un espacio (o sí) para profundizar sobre la belleza. Aquel dicho que reza “de tu arte a mi arte” o el otro de “como gustos, colores” abren para bien y para mal -según su uso- la libertad de elección sobre algo bello o de buen gusto y deja de lado lo demás. Trataré de ahondar en el siguiente tema sin herir susceptibilidades ni adjudicarme una autoridad moral del buen gusto porque como dijo un querido amigo: todos somos el “naco” de otro. Recientemente dialogaba con otra amiga cercana sobre el uso de los agaves en La Minerva, tema del que podríamos discutir horas sobre -hasta- el impacto ambiental que tiene el no plantar árboles en lugar de agaves en otras áreas de la ciudad y el impacto de ver rodeada a la custodia de la ciudad por plantas picudas que de cerca no son nada amables.

Pero es qué hay un tema que olvido o trato de olvidar pero que me impacta cuando salgo de la ciudad: los letreros turísticos de los intocables “Pueblos mágicos” y de los no tan mágicos. No hay pequeño poblado que haya recorrido en los últimos años que se libre de uno. Desde Guanajuato con una G gigante y azul (qué predecibles), pasando por Sayulita, haciendo escala en Tapalpa y continuando por Cuyutlán no hay quien se salve. Los letreros estos, que no llegan ni a marca ciudad (de Guadalajara ni hablemos), tratan de rescatar algunos elementos clave de la cultura de la localidad exponiéndola en sus letras con un tipo de molde sin ninguna gracia, con colores estridentes donde nadie se libra de tomarse la foto ahí para exponer en su red social de más confianza o gusto que salió de la ciudad.

Todo esto de tomarse la foto y hacerle promoción turística al lugar está muy bien, todo eso de festejar salir de la rutina, tomarse un día o dos o con suerte tres de descanso me parece hasta envidiable. Todo esto de poner a la familia a posar para unir a todos juntos en torno al nombre del sitio visitado y generar recuerdos es estupendo. Pero yo quisiera saber quién coordina o dirige o permite el criterio de los mismos. Más allá de estos atributos, estos letreros la mayoría de las veces obstaculizan las verdaderas obras arquitectónicas de la ciudad, no redondean estéticamente la paleta de colores de plazas públicas y no tienen nada que ver -seamos ya honestos- con la historia del “Pueblo mágico”.

Lo común de lo extraordinario es encontrarse en sitios no visitados con un plus actual o moderno dentro del contexto histórico de cualquier ciudad por más pequeña que sea. México, pueblo a pueblo está lleno de historia que nos urge (re)conocer y rescatar porque nos ayudan a situarnos mejor en el contexto social y político actual. Será que estos letreros nos dan la mano desde el diseño para no perder esa historia, no lo creo. Lo que creo es que alguien, como en casi todo lo que sucede en este país, tuvo una ocurrencia y la consecuencia de ésta es una epidemia de los famosos letreros turísticos festivos.

Un país que se gobierna con ocurrencias tiene consecuencias atroces basta abrir el periódico de hoy (léase esto cualquier día). Pero es qué hay unas ocurrencias de las que se habla poco e impactan mucho a la vista. De tener letreros turísticos a crear una marca ciudad hay un abismo del que insisto, Guadalajara parece no conocer. Lo común de lo extraordinario, no debería ser una ocurrencia sino una política pública de ser el caso federal que genere un vínculo de verdad. El diseño, queridas autoridades, no es una carrera más, es un brazo de la arquitectura, del urbanismo, de las artes plásticas en general y como dice el dicho “vámoslo respetando”.

argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina

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