La emoción extrema como trastorno
Terminar su relación les salvó la vida. Vivían juntos y creían que su noviazgo se había deteriorado, cuando lo que había detrás era una enfermedad. En unos meses las discusiones se volvieron cada vez más violentas; asuntos cotidianos en la vida de pareja, como un traste sucio o algún gasto de la casa, se convertían en una batalla catastrófica entre gritos e insultos.
Las alertas se encendieron cuando en unas de sus reacciones ella lo golpeó y lo descalabró. Esa fue la gota que derramó el vaso. Él supo que ya no era sano seguir juntos o terminaría en una desgracia; entonces, se separaron pensando lo que cualquiera ¬-a simple vista- habría creído: que todo era porque la relación ya no daba para más. Pero no.
En esos meses hubo algo que ninguno de los dos notó o que no le dieron importancia: los repentinos y frecuentes cambios de humor de ella. En segundos se transformaba, iba del enojo al amor, de estar triste a una euforia descontrolada, pasaba de la tranquilidad a los ataques de ira… sus reacciones eran impulsivas, intensas, parecía otra persona.
Ella supo que necesitaba ayuda y ahí comenzó su peregrinar entre psicólogos y psiquiatras pensando que era depresión, hasta que finalmente hubo un diagnóstico atinado: Trastorno del Límite de la Personalidad (TLP) o trastorno borderline (que en español se traduciría como “estado-límite”).
¿Qué es eso? Es una condición mental donde predomina la inestabilidad emocional, quienes lo padecen llevan las emociones al extremo y tienden a tener conductas de riesgo, entre ellas el suicidio. Ella amenazó varias veces con quitarse la vida, y cuando las cosas no salían como esperaba o tenía cualquier decepción menor sus reacciones eran como si el mundo se le acabara.
Aunque el concepto de Trastorno del Límite de la Personalidad apareció hace apenas unas décadas, esta enfermedad es mucho más común de lo que se podría creer. Se estima que una de cada 100 personas lo padece y cerca del 80 por ciento son mujeres, según datos de la Secretaría de Salud. El problema es que suele confundirse con depresión, con chantajes o berrinches, con mal genio… se necesita un diagnóstico. El pensamiento y la conducta de quienes lo padecen necesitan atención especializada. La importancia es saber detectarlo.
Los trastornos y padecimientos emocionales no son algo que se identifique tan fácilmente como otras enfermedades, no es que a la persona le duela algo en específico o que físicamente tenga lesiones; estamos hablando de emociones, no es algo tangible. Dejar pasar de largo los síntomas o las señales de que algo está mal puede ser fatal. Hay que acudir con especialistas.
Hablar de la salud mental necesita convertirse en algo tan normal y natural como hablar de una gripe. Pero sobre todo necesita estar en la agenda pública, en las propuestas y las mesas de discusión. Estos trastornos mentales son enfermedades silenciosas que destruyen vidas, tanto de quienes las padecen como de las personas que están en su entorno más cercano.
La última vez que él la vio, ella iba de la mano de alguien más. Le dio gusto. Sabe que comenzó a tratarse y que haber terminado los obligó a buscar ayuda de especialistas. Eso los salvó a los dos.