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La disyuntiva de Marcelo

De acuerdo con algunos de los senadores que estuvieron presentes en la reunión celebrada en Palacio Nacional el viernes 28 de abril, el Presidente López Obrador señaló que esperaba que en un lapso aproximado de tres meses ya estuviera resuelta la selección de la candidata o el candidato de Morena a la Presidencia de la República.

No era ese el plan original.

La idea primaria en Morena era que después de las elecciones del mes de junio se hiciera una primera encuesta a la que pudieran apuntarse todos los interesados. A partir de ella, habría una selección de los candidatos punteros, y luego, hacia el mes de octubre o quizás de noviembre, habría una segunda encuesta definitiva.

De hecho, al término de la semana pasada, se supo que hay la intención de que la convocatoria a la definición del candidato presidencial de Morena quede lista y acordada con los interesados antes del 15 de junio.

Algunos de los asistentes a la reunión del 28 de abril en Palacio Nacional han señalado que el Presidente expresó su preocupación por la posible división en Morena en el proceso de selección del candidato presidencial.

Más allá de los diversos dichos que en los últimos días se han expresado, hay dos hechos claros.

Por una parte, la aceptación del senador Monreal del resultado que defina Morena, a pesar de que él, por muchos meses, rechazó que se hagan encuestas y presionó para que el mecanismo de definición fuera una elección primaria.

Monreal señaló que él levantaría la mano a quien resultara triunfador del proceso.

El otro hecho relevante fue la renuncia de la subsecretaria de la SRE, Martha Delgado, para dedicarse por entero a promover la candidatura de Ebrard a la presidencia.

La lectura que se dio al hecho es que el canciller sabe que ya queda poco tiempo y que debe emplearse a fondo si quiere al menos estar en capacidad de competir.

El canciller sabe que la ventaja en las encuestas la tiene Claudia Sheinbaum, pero ésta no de tal magnitud que no pudiera remontarse.

Esto es correcto, en la medida que hubiera una real competencia en los términos en los que él está solicitando.

Pero, si como se percibe en muchos ámbitos, López Obrador ya definió a su preferida, y con ello ya desencadenó la “estampida de los búfalos” para apoyar a la jefa de Gobierno, Ebrard queda en una posición muy compleja.

Si sigue las reglas, va a perder la encuesta porque no hay quien pueda en este momento competir con la voluntad presidencial.

Pero si se salta las reglas, también va a perder porque le dejaría el camino abierto a Sheinbaum y desde afuera de Morena sería casi imposible ganar, al menos tal y como están las cosas.

Cualquier decisión que tome va a tener un costo, para él y para el país.

Y también está claro que él es una de las muy pocas personas cuyas determinaciones influirán, de uno o de otro modo, en el futuro político del país en los próximos meses.

Esa es la disyuntiva.


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Enrique Quintana

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