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La disciplina como revelación del yo

Si el mejor amigo del trabajo es el descanso, el más grande aliado del éxito -concepto personalísimo a definir por usted mismo- es la disciplina. El verano está que termina, ya la mente divagó y pensó sobre cosas trascendentales, resolvimos el mundo y luego dio todo un poco igual, leímos desde Chejov hasta el TvNotas, oímos desde Schubert a Julión, hicimos ronda de médicos, estéticas, ordenamos la casa, recibimos a los amigos y visitamos a los amigos, dormimos para reponer y nos desvelamos porque podíamos, hicimos largas caminatas y nos quedamos en casa sin mover un dedo, tuvimos ricas charlas sin prisa y no vimos amanecer en algunas semanas. Bueno, todo eso más o menos se pone en pausa y empieza la vida cotidiana, la que exige máximo “control” y máxima concentración.

En mi vida he escuchado en varios entornos que la rutina mata, y yo no veo la hora que mañana sea lunes y retome por fin mi amada rutina. La disciplina, esa temida y añorada palabra por la que llegan cientos de padres de familia preguntando si es que sus hijos podrían adquirir una pizca de ella al estudiar música o danza año con año, es más que una condición de vida, es una situación.

Temida por un lado porque en una época, fue sinónimo de represión, crueldad, de malos tratos y de incluso violaciones a los derechos humanos más fundamentales de un niño o de un adolescente y añorada por otro porque en esta era, la autoridad de los culposos padres no termina por cuajar. Así que ahí están, los maestros de arte enseñando de disciplina a niños que comparten incipientes carreras con sus padres rogando por puntualidad, por higiene, porque sus niños lleguen descansados, bien comidos. ¿No es esto lo que en realidad como adultos deberíamos buscar para nuestras propias actividades? Y lo más sorprendente de todo es que los que la mayoría de las veces y de manera intuitiva saben qué necesitan son ellos, los niños quienes con la mejor actitud acuden a sus actividades aun a pesar de la prisa familiar y el tráfico de la ciudad.

La disciplina -como decía hace algunas líneas- no es una condición sino una situación, uno se pone en ella, y es a través de ese orden que se logra el progreso que se quiera obtener. El trabajo duro, el que roza con lo apasionante, es la expresión máxima de la disciplina y devela al artista, devela a la persona que no escoge atajos porque en realidad, no los hay. Bajo esta lógica, no hay quien se pueda ahorrar nada del camino rumbo al ideal. La disciplina pues, en todos los ámbitos y para todas las profesiones es la más grande revelación del yo.

argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina
 

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