Festejos gozantes, memorables y recordables
Pues comenzamos con los festejos de rigor en la temporada y, desde luego, con la adaptación universal, empezamos con el Halloween, que como a mí no me tocó festejarlo, pues debo de decir me parece un poco soso, ya que se trata de pedir y dar dulces, y por mi rumbo hay pocos niños y a mí nunca me han pedido; aunque un par de mis nietos, elegantemente vestidos para la ocasión, se disfrazaron, y aquí hay un cambio generacional, ya que en esta época se llama “fiesta de disfraces” y en mis tiempos era “fiesta de fachas”, Hay quienes critican estas celebraciones por considerarlas de alguna forma como veneración de brujas, pero yo pienso que niguas y, por el contrario, debemos festejar todas las fiestas militares, civiles y religiosas; en fin, conozco poco el festejo, pero fundamente lo apoyo.
Luego se celebra el día de Todos santos, que muchos sostienen es el festejo del día del marido, sujeto al marital y dulce mando de las hoy empoderadas féminas y en ese respecto, hay dos tipos de maridos: los que somos obedientes y los mentirosos que dicen que ellos mandan en su casa; cualquiera que me conozca, sabrá que no soy gordo, lo que sucede es que estoy inflamado a golpes.
Pero en esta celebración sí ha habido cambios, ya que cuando yo era niño lo que se festejaba en estos rumbos era Todos santos, que era el día 1 y en el que no se trabajaba; en la capital y en el centro de la república se festejaban los fieles difuntos, el 2, y allá ese día era de descanso. Aquí recuerdo que por la tarde íbamos a La Alameda o Parque Morelos, donde vendían juguetes de lámina, y unas máscaras, espadas y cascos de cartón y, desde luego, a las nieves.
Con la globalización ahora ya se cambiaron los días y ya se festeja a los muertos, pero antes lo más tenebroso que teníamos era una santita como de cera en catedral y el brazo de Primitivo Ron, quien había apuñalado a mi general Corona y que, la última vez que fui a nuestro bello museo, ya no lo vi, así que lo más probable es que alguien se lo haya carranceado; y para sustos, con saber de los desfiguros del Congreso tengo suficiente. Creo es una fiesta que tenderá a desaparecer, porque según creo hay cada vez menos entierros y más incineraciones.
Ahora que han reducido el festejo a las simpáticas catrinas y al desfile de calacas que inventó James Bond, olvidando que los aztecas tenían una gran cultura funeraria, pero a la menor no la lucimos porque el rey de España y el rey tlaxcalteca, si lo hay, no nos han pedido perdón por los destrozos que hicieron.
Esta columna debió ser escrita en náhuatl, pero ni yo sé cómo escribirla y la mayoría no sabría leerla, salvo algún experto búlgaro que sí lo entendería.
@enrigue_zuloaga