Estado policial
“Si cada principio y cada valor se entendiesen como conceptos absolutos sería imposible admitir otros junto a ellos”. Gustavo Zagrebelsky.
Se afirma: si al Presidente López Obrador le va bien, le va bien a México. Razón por la cual por lo menos justifica el beneficio de la duda y explícitamente implica un llamado a ayudarle en todo, incluyendo sus sinrazones, tales como militarizar la función policial y anular los contrapesos institucionales incluyendo a los Estados y Municipios, lo cual nos lleva directo y sin escalas a un Estado policial. Ya regresaré a ello. Pero en serio, si le va bien al nuevo mandamás tropical, ¿nos va bien a nosotros? Para comenzar habrá de comprender el significado del “irle bien”. Yo entendería “el irle bien” el cumplir con sus objetivos. Así sean atroces, sumamente dañinos, inmorales, irresponsables, de capricho y carísimos. Por eso no la compro. De entrada sólo conocemos cuál es su idea primordial. Y dicha idea, como se ha repetido hasta el cansancio aquí, es centralizar el poder en sus manos lo más posible y el mayor tiempo posible. De ahí mi absoluta confianza en la búsqueda de su propia próxima reelección. Es claro, va en pos de una autocracia, contraria evidentemente a una democracia. Y espero se me disculpe, pero así no me interesa le vaya bien a nuestro por desgracia Presidente actual. Por eso digo, entre más mal le vaya a López Obrador en sus acciones para succionar todo el poder posible en su persona y mantenerlo a toda costa, mejor.
Es difícil aproximarse a la noción Estado policial porque al final del día es una forma de “Estado de derecho”, ya que antes del Estado constitucional -del cual nos estamos apartando-, “se establecía como fundamento del Estado de derecho la exigencia de que el el propio Estado «fije y determine exactamente los cauces y límites de su actividad, así como la esfera de libertad de los ciudadanos conforme a derecho (in der weise des Rechts)»(…) Con un concepto tal de Estado de derecho [propio de los regímenes totalitarios], carente de contenidos, se producía, sin embargo, un vaciamiento que omitía lo que desde el punto de vista propiamente político-constitucional era, en cambio, fundamental, esto es, las funciones y los fines del Estado y la naturaleza de la ley. (...) Al final todos los «Estados» por cuanto situaciones dotadas de un orden jurídico habrían debido llamarse genéricamente «de derecho». Llegaba a ser irrelevante que la ley impuesta se resolviere en medidas personales, concretas y retroactivas; que se la hiciere coincidir con la voluntad de Führer, de un Soviet de trabajadores o de Cámaras sin libertades políticas, en lugar de un Parlamento libre; que la función desempeñada por el Estado mediante la ley fuese el dominio totalitario sobre la sociedad, en vez de la garantía de los derechos de los ciudadanos” (Zagrebelsky, El derecho dúctil).
Y sí, hacia allá vamos, hacia un Estado de derecho de esa naturaleza afín al autócrata. Arbitrario para toda la gente, con el uso de la fuerza del Estado ilimitado. De un Estado aconstitucional de facto, donde la Constitución a sumo terminará como un bonito adorno, protegiendo a la autoridad y no a la población. Y ahora peor, descaradamente utilizando al Ejército para esos fines.
Muy felices fiestas, amable lector.
sergio@aguirre-consultores.com.mx / @seraguirre)