El terreno desconocido es oportunidad
Las sociedades democráticas enfrentan la incertidumbre como una constante, generando en las comunidades una mezcla de temor y oportunidad al estar entrando en terrenos desconocidos. Afortunadamente, en la mayoría de los casos, las reglas democráticas se adaptan al marco de las constituciones para responder a las exigencias de un mundo donde las razones y las emociones, impulsadas por olas inmensas de información y conocimiento, son fuerzas determinantes. Esto es una constante en la mayoría de las naciones occidentales, incluida la nuestra.
El pobre desempeño de Joe Biden en el debate del jueves pasado encendió las alarmas en la campaña demócrata. No sólo quedaron en evidencia ante el país las debilidades del actual presidente, sino que también se creó la sensación de estar entrando en un terreno desconocido. Lo que parecía impensable hace semanas ahora es posible: fuerzas liberales importantes plantean la sustitución del candidato demócrata, utilizando mecanismos normativos del partido.
Lo mismo sucede en Francia, donde el proceso electoral provoca la misma emoción de lo desconocido. Existe la posibilidad real de que un partido de extrema derecha gane las elecciones legislativas. Se da por hecho que Jordan Bardella, del partido de Le Pen, ganará la primera vuelta y luego se enfrentará a un bloque que probablemente será de la izquierda, dejando al partido del presidente Macron fuera del protagonismo.
El posible triunfo de Trump impulsa ese sentimiento no sólo en Estados Unidos, sino en muchas partes del mundo. Trump ha declarado que adoptará una política nacionalista que podría cambiar el panorama internacional. Esto incluiría debilitar a la OTAN, reducir el apoyo a Ucrania para acercarse a Rusia y profundizar la guerra comercial con China, lo cual tendría un fuerte impacto en México. Además, Trump ha amenazado con deportar a cientos de miles de migrantes a México y ha mencionado intervenir en la seguridad interna de nuestro país.
México también está en un terreno desconocido, pero con la oportunidad de avanzar gracias a sus condiciones internas y fortalezas coyunturales. Contar con un Gobierno dotado de enorme legitimidad política le permite plantear cuestiones con mayor solidez. Es innegable que, sea cual sea el resultado de la elección de noviembre en Estados Unidos, los temas relacionados con la integración económica de América del Norte serán prioritarios para las tres naciones de la región. También es claro que el desafío de ordenar la migración requiere del trabajo coordinado de estas naciones, al igual que el combate al crimen internacional y las amenazas terroristas que se vislumbran.
La posición de México en materia económica, en favor de la integración estratégica, pasa también por la necesidad del desarrollo regional, la formación de clases medias y el impulso a la ciencia y tecnología que detonen la competitividad. Hasta ahora, esto permite vislumbrar con cierto optimismo el futuro, a pesar de la cautela que implica moverse en medio de esa sensación de terreno desconocido.
México ha adquirido, por su dimensión, posición geoestratégica e historia, un rol cada vez más importante en las acciones geopolíticas de mayor calado: la competencia tecnológica, militar y geopolítica entre Estados Unidos y China; el fortalecimiento de Europa como bloque; y el ascenso de naciones pro-occidentales de Asia como Japón, Corea, Singapur y Australia.
Quizá no es muy claro aún, pero las condiciones están puestas para entrar en una etapa de desarrollo más acelerado. El bienestar de los mexicanos, su capacidad de consumo, su estabilidad política y su capacidad de gestión y gobierno serán cada vez más del interés de muchos actores globales. Con ello, también vendrán presiones junto a las oportunidades, pero si somos capaces de actuar unidos en bien del país, seguramente tendremos resultados positivos en los años por venir.
El terreno desconocido es una oportunidad para México.
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