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El peor de los mundos: ni Estado ni sociedad civil

Los liderazgos populistas se caracterizan por no tener ideologías claras, y el presidente López Obrador no es la excepción. Si la izquierda tiende a fortalecer al Estado y la derecha a las asociaciones intermedias, López Obrador destruye a ambas. Y las consecuencias para el país no pueden ser más graves.

La llamada “ley de hierro de la oligarquía”, del sociólogo alemán Roberto Michels, nos dice que de toda organización surgen élites, tanto en autocracias como en democracias. El problema emerge cuando las élites se convierten en mafias, o un “grupo organizado que trata de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos” (Real Academia Española). Por un lado, la izquierda política pone énfasis en la centralización y el Estado, siendo el caso extremo los regímenes comunistas, donde las mafias surgen de las élites partidistas. Por otra parte, la derecha política hace hincapié en lo local y las asociaciones intermedias, siendo el caso extremo las políticas neoliberales, donde las mafias surgen de los grupos de interés.

El presidente López Obrador, sin embargo, debilita al Estado mexicano mientras impulsa a mafias partidistas. Por una parte, lo debilita cuando el Instituto Nacional de Transparencia (INAI) tiene solo cuatro de siete comisionados, y la Sala Superior del Tribunal Electoral (TEPJF) opera con solo cinco de siete magistrados, negándose el presidente a enviar las ternas. Asimismo, desea terminar con diversos organismos constitucionalmente autónomos, esenciales para regular la economía del país y cuya terminación iría en contra de tratados comerciales firmados por México. Por otra parte, las mafias partidistas se apropian del Estado al tener a una militante de Morena como ministra de la Corte; a dos ministras que han sido sumisas al presidente en extremo (Ortiz Ahlf fue diputada federal de Morena, Esquivel Mossa es esposa de un contratista del presidente); y a dos consejeros de la Judicatura Federal (CJF) morenistas: Celia Maya (candidata a gobernadora de Querétaro), y Bernardo Bátiz (ha tenido innumerables puestos bajo López Obrador).

Si el presidente debilita al Estado y lo coloniza con militantes morenistas, también debilita a las organizaciones de la sociedad civil (OSC ́s) mientras empodera a los poderosos. Primeramente, acabó con el presupuesto público destinado a las OSC’s que hacían labores fundamentales en áreas abandonadas por el Estado. Al mismo tiempo, no separó el poder económico del político ya que, una vez que sus enemigos se sumaron a su causa, sus pecados fueron perdonados, y con regalos de por medio: Carlos Slim, Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego son solo algunos ejemplos.

Los países desarrollados están equilibrados: tienen Estados fuertes que le pone límites a las asociaciones intermedias, y estas últimas son numerosas y vibrantes, sirviendo para contrarrestar el poder del Estado. Sin embargo, el viejo régimen mexicano sobrevivía de un Estado con pocas instituciones, colonizadas por leales partidistas, con asociaciones intermedias débiles, y reparto de prebendas a grupos de interés para callarlos. Y eso es justo lo que está haciendo el actual presidente de la República.

Fernando Núñez de la Garza

fnge1@hotmail.com@FernandoNGE

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