El caos municipal
Guadalajara cumple 476 años de su definitiva fundación en el valle de Atemajac, y lo que esta vez celebra es su capacidad de sobrevivir al caos en medio de una publicidad oficial que dice que todo ha sido de maravilla.
El corazón de Guadalajara permanece devastado, como un paciente que por haber sido sometido a una seria intervención quirúrgica debiera convalecer en medio del abandono y la inmundicia. La herida fue sobre un eje, pero la septicemia se contagió a todo el cuerpo sin que hubiera autoridad alguna que buscara poner el menor remedio.
El cierre de avenidas y cruces de calles sigue provocando la asfixia de la ciudadanía, del tráfico y del comercio. Tales medidas debieron ser precedidas de soluciones alternas: crear ejes viales temporales, celebrar convenios con estacionamientos que permitieran desembarazar las calles, sincronizar semáforos, presencia permanente de abundante personal de vialidad o, en su ausencia, personal municipal que apoyara a la gente; también tenían autoridad para modificar los horarios para los transportes de carga, de recolección de basura o de servicios trasladándolos a horas de mayor desahogo. Nada de eso ocurrió porque la autoridad municipal andaba muy ocupada persiguiendo a los indefensos calandrieros, inaugurando ciclovías donde nadie las necesitaba o provocando con ellas más caos vial a causa de esa política de choque y confrontación seguida por el municipio tapatío bajo el lema “desmotivar el uso del vehículo” a golpes, no con soluciones inteligentes o alternativas viales.
Manipular la memoria de uno de los más ilustres personajes de Guadalajara, como fue el caso de fray Antonio Alcalde, politizar su figura y usarlo para imponer a la ciudad el cierre definitivo de la avenida Alcalde fue otra de las barbaridades del municipio. Para honrar a tan célebre benefactor deberían haber dignificado las condiciones del Hospital Civil, de los pacientes y sus familiares, del personal médico, y ampliar la cobertura y saldar las crecidas deudas. El cierre de uno de los más importantes ejes viales de Guadalajara exigía una consulta ciudadana, porque se trata de un bien que usa toda la ciudadanía, no solamente los vecinos de esa avenida. Igualmente consultar a quienes sufrirían los estragos en las áreas circunvecinas por donde se tuvo que volcar el tráfico de autos y camiones con la afectación correspondiente pues no es lo mismo transitar por una avenida de seis carriles que hacerlo por calles estrechas de dos, como son las de Liceo, Belén, González Ortega y tantas más.
Hablar de nuevo sobre la inseguridad reinante es perder el tiempo, ya que los responsables se dedican a culparse unos a otros y reducen el asunto a un juego de policías, ladrones y jueces, la autoridad presume de atraparlos, mientras los jueces los sueltan en acato al nuevo sistema penal, pero ni una palabra acerca de las organizaciones criminales que asolan a la ciudadanía y que por supuesto permanecen intocadas, mucho menos conocer los sistemas, abordajes, y estrategias que en otras ciudades, en su momento más peligrosas que la nuestra, se pusieron en marcha con resultados encomiables. La autoridad andaba distraída develando estatuas o tejiendo aspiraciones para una nueva candidatura.
YR