El Papa, atado de manos
El 4 de marzo de 1983 -hace poco más de 39 años- en el aeropuerto Augusto C. Sandino de Managua una gran manta que decía, ‘Bienvenido a Nicaragua Libre, la tierra de Sandino... Los jóvenes y los niños de Nicaragua queremos la paz’. El pueblo de ese país centroamericano se desbordó por la primera visita del Papa Juan Pablo II, convirtiéndose en la primera ocasión que un jefe de la iglesia católica se enfrentaba al sandinismo. Casi 700 mil personas se congregaron para recibirlo, en uno de los eventos más masivos en la historia de Nicaragua.
El Papa Juan Pablo insistió repetidamente en sus discursos -en una visita de apenas 11 horas- en conseguir la estabilidad del país y dijo: “La primera que quiere la paz es la iglesia”. Sin embargo, a pesar de la cálida bienvenida, la despedida se dio en un clima de fuerte tensión entre -en aquel entonces- Jefe de la Junta de Gobierno Daniel Ortega y el Sumo Pontífice.
Cinco años después - 29 de enero de 1988- Juan Pablo II y Daniel Ortega se vuelven a encontrar, cuando el Pontífice lo recibe en el Vaticano en un intento por limar asperezas, y el extinto Cardenal de Managua, Miguel Obando y Bravo dijo estar “convencido que el encuentro acarreará grandes beneficios al proyecto de reconciliación nacional y servirá para aligerar las aun tensiones entre la Iglesia y el Estado”. Sin embargo, el cardenal Obando y Bravo se mostró más bien pesimista en lo concerniente a la posible e inmediata reconciliación nacional nicaragüense, al señalar que "Mi impresión es que las posiciones de la contra y del Gobierno están aún en las antípodas", destacó el cardenal.
En apariencia las cosas cambiaban en Nicaragua y el Papa el 7 de febrero de 1996, visitó por segunda vez el país cuando Violeta Barrios de Chamarro era la presidenta. Y ahí Juan Pablo II durante su homilía hizo referencia a que Nicaragua había salido de la “noche oscura”, haciendo referencia a los problemas con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Sin embargo, la ‘noche oscura’ regresó a Nicaragua con la llegada nuevamente al poder de Daniel Ortega, que en las últimas semanas ha desatado una guerra en contra de la iglesia católica, a la que el gobierno la considera como promotora de las masivas y populares protestas antigubernamentales en reclamo por la democracia y libertad, desde el retorno de Ortega -2007- a la presidencia.
Uno de los incidentes más graves ha sido el confinamiento del Obispo Rolando Álvarez, quien es uno de los más críticos del régimen en Nicaragua, la detención del sacerdote Oscar Danilo Benavidez Tinoco y los destrozos que han sufrido algunas iglesias.
El repudio ha sido mundial y desde hace una semana se pide con urgencia desde todos los sectores la intervención del Papa Francisco, quien ayer durante su mensaje dominical dijo ver “con preocupación y dolor” la manera como se involucran en el conflicto político/social a “personas e instituciones. Quisiera expresar mi convicción y deseo de que por medio del diálogo abierto y sincero se pueden encontrar las bases para una convivencia respetuosa y pacífica”.
Es todo lo que puede hacer el Papa Francisco -es su único recurso-, estar “preocupado” y tener los “deseos” de que por la vía “pacífica” se pueda “convivir” en Nicaragua. El Papa está atado de manos, su única intervención solo puede ser a través de la oración y la esperanza para que pronto se acabe con la opresión al pueblo nicaragüense. Pero ante la dictadura y la tiranía, sólo con oraciones, muy difícilmente el pueblo de Nicaragua logrará su libertad.
¿Usted, qué opina?
Daniel Rodríguez
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