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Economistas y los perros de Pávlov

Economistas occidentales advierten constantemente sobre medidas económicas que impactan positiva o negativamente el crecimiento económico. Por ejemplo, una medida con resultados negativos sería el incremento en los impuestos. Esta, nos dicen, desincentiva la inversión privada afectando el crecimiento. El contraejemplo, la baja en la tasa de interés. A una menor tasa, sugieren, el crédito será más barato, esto aumenta el consumo, lo que incentiva la inversión. Habrá más crecimiento.

Desgraciadamente para los economistas que creen que los seres humanos somos mascotas, la realidad es que no somos perros de Pávlov, habituados a responder a estímulos creados por un gurú en su laboratorio. Bajo su lógica, si suena la campana del aumento de impuestos, el empresario-rottweiler se queda sentado. Si suena la campana de reducción de la tasa de interés, el buen bulldog industrial invertirá.

Verdad infalible, nos dicen. Lo que omiten explicar es que estos comportamientos solo funcionan en culturas que son de gratificación inmediata. Este es el caso de los Estados Unidos, en donde los consumidores precisan de altos niveles de crédito para mantener la combustión del consumo, y con él, el funcionamiento de la maquinaria económica. En una sociedad con esas características, en donde los ciudadanos viven eternamente endeudados, una baja en la tasa de interés debería generar mayor crecimiento. Sin embargo, esto no sucedería en un país con una cultura de ahorro. Un ejemplo: Japón. Los japoneses privilegian el largo plazo. La satisfacción inmediata no tiene el mismo registro que en los Estados Unidos. Una reducción en la tasa de interés no ha generado un incremento ni en el consumo, ni en el crecimiento económico: durante los últimos 28 años, Japón ha intentado salir de su estancamiento siguiendo las recetas norteamericanas; fue el primer país en llevar la tasa de interés nominal a cero.

¿Por qué no funcionó la receta?

Porque en Japón, cuando una persona se incorpora al mercado laboral, lo primero que piensa es cuánto debe ahorrar mensualmente a una tasa dada, para que cuando llegue a la edad de retiro tenga la cantidad deseada. Por lo tanto, cada vez que disminuye la tasa de interés, debe ahorrar más y si ahorra más, consumirá menos. Por ende, no se cumple el dogma pavloviano de los economistas occidentales: a menor tasa de interés mayor consumo. La cultura del ahorro influye.

Pasando ahora al tema fiscal en el que los “expertos” insisten en que un incremento de los impuestos impacta negativamente el crecimiento económico, tendrían dificultades en explicar cómo es posible que la economía de los Estados Unidos ha crecido en los últimos tres años más que los demás países de la OCDE, con el incremento que ocurrió en enero del 2013, al permitir el presidente Obama que expiraran los incentivos fiscales del presidente Bush. A partir de ese año las empresas tuvieron los impuestos corporativos más altos de todos los miembros de la OCDE; sin embargo, su crecimiento rebasó el 3% en 2017. Por cierto, si como dicen los “expertos”, una baja en los impuestos SIEMPRE incentiva la inversión privada, entonces ¿No deberían estar -todos- aplaudiendo la baja impositiva a las corporaciones decretada por Trump?

La economía no es una ciencia exacta. Si se copian modelos sin considerar características de una nación, el fracaso puede llegar de antemano. Sobre el tema de reducir los impuestos en México hablaré en la próxima columna.

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