Dignidad, realidad, nacionalismo y el penacho
Cuando quieras exaltar el nacionalismo, habla del penacho de Moctezuma en Viena. Pocos temas levantan tantas pasiones y sentimientos como este objeto de arte plumario que se cree que pudo haber pertenecido a Moctezuma. La versión más aceptada es que el penacho llegó a Europa porque el propio Moctezuma lo envió como regalo al rey Carlos I de España a través de Hernán Cortés como una estrategia para ganar tiempo frente a los invasores. Estuvo abandonado más de 300 años y se redescubrió y restauró a finales del siglo XIX. El objeto de arte plumario comenzó a exhibirse en Viena como “el penacho de Moctezuma” sin mayor reclamo de parte de México hasta que en los años setenta del siglo XX el gobierno de Echeverría convirtió la recuperación de la corona del rey azteca en un símbolo nacionalista. Desde entonces la batalla por el penacho ha sido objeto de toda clase de manifestaciones y usos políticos. De Salinas para acá todos los presidentes se han propuesto, sin éxito, su recuperación.
No es extraña la reacción de las autoridades austriacas que han repetido una y otra vez que no tienen por qué regresar el penacho, pues ellos no se lo robaron, ni pueden prestarlo porque el objeto no soportaría el viaje sin sufrir daños irreversibles. Nos puede gustar o no la respuesta, pero tiene fundamento y cualquiera que conozca un poco la historia de este objeto la sabía de antemano. La pregunta es entonces, ¿por qué el presidente mandó a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, con una carta para que le respondieran que no?
La lógica es exactamente la misma que la de la carta a los reyes de España exigiendo disculpas por la conquista. Ninguna de las dos las envió el presidente a través de la representación oficial. Gutiérrez Müller no representa al gobierno de México, al menos no formalmente, y los destinatarios reales de las misivas no son los gobiernos de España o Austria sino los mexicanos. Por supuesto que, a la postre, este tipo de declaraciones tienen consecuencias en la relación bilateral, que los austriacos no deben estar muy contentos de que el presidente los califique de “arrogantes y prepotentes” por dar una respuesta que ellos consideran obvia y repetida, pero qué importa si la mayoría de los mexicanos aplauden y siente que al fin tienen un presidente que los representa con dignidad, aunque los resultados sean exactamente los mismos que los de gobiernos anteriores.
Exacerbar el nacionalismo, pelear las batallas imposibles, envolverse en la bandera y tirarse de lo más alto de la tribuna mañanera ha sido una de las estrategias favoritas del presidente para cambiar la conversación. Sin embargo, en la medida que los problemas se acumulan y no se resuelven la dignidad no basta. Hay cosas que no se resuelven ni repatriando el penacho. Se llama realidad.
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