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Posadas, 30 años de confusiones

Y sí, 30 años después del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo no sabemos a ciencia cierta qué pasó aquella tarde del 24 de mayo de 1993 en el aeropuerto de Guadalajara. Los Arellano Félix, supuestos autores intelectuales del asesinato, fueron perseguidos, algunos de ellos detenidos, pero nunca fueron condenados por el asesinato en el aeropuerto. Los autores materiales, convenientemente, los tres matones que dispararon están todos muertos. El procurador que cerró las puertas a cualquier otra hipótesis que no fuera la de “la confusión perfectamente planeada” (sic), Jorge Carpizo McGregor, también está muerto. Él nuncio apostólico, quien recibió en su casa con la excusa de que “en la casa de dios caben todos” y quien en la práctica exoneró a los Arellano Félix de toda culpa, Girolamo Priggione, también está muerto. El sacerdote Gerardo Montaño, el extraño personaje que fungió de enlace ente los Arellano y la iglesia, el mismo que falsificó actas de bautismo para darle una coartada a los narcotraficantes de Tijuana y purificó en los cepos de la iglesia los dineros del narco, está muerto. El único que vive es el Chapo Guzmán, quien fue detenido los días posteriores al asesinato acusado de no haber estado donde debía de estar en el momento de la ejecución, provocando así la terrible confusión que terminó con la vida del cardenal de Guadalajara. 

30 años después quienes desde la iglesia Católica quisieron aprovechar la confusión para tener un mártir en casa, el cardenal Juan Sandoval y el político panista Fernando Guzmán, perdieron el poder y con ello el empuje para generar las más disparatadas versiones sobre el asesinato del cardenal, una historia llena de personajes poderosos, complots, ninjas, maletines desaparecidos y masones come curas, historias dignas, por exageradas, de un thriller de Dan Brown.

Tres décadas después de la primera gran manifestación de poder del crimen organizado y sus profundos vínculos con las agencias del Estado -policías estatales, municipales, procuradurías (hoy fiscalías) y el Ejército- las organizaciones no han hecho sino crecer, tomar el territorio y mandar el mensaje que lo de hace 30 años no fue sino el inicio de una gran confusión entre el Estado y el crimen, entre la política y la violencia, entre el control territorial y la política de seguridad.

Cinco sexenios y cinco presidentes después del asesinato de un cardenal en el aeropuerto Miguel Hidalgo, los ciudadanos seguimos sin tener derecho a la verdad, y la justicia sigue siendo la misma (pero más barata, gritaron a coro los promotores de la austeridad republicana).

30 años después quién puede dudarlo: todo fue una confusión: la confusión del cardenal con el capo; la confusión del poder con el crimen organizado; la confusión de la justicia con la oportunidad política.

diego.petersen@informador.com.mx
 

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