Estar con la democracia
No me gustan los totalitarismos. Si estás con la democracia, estás con la democracia. No puedes estar un poquito sí, un poquito no”, dijo el ex presidente de Uruguay, José Mujica que, a diferencia de otros ex mandatarios, cada día que pasa se hace más grande.
Todos nos decimos demócratas. Tiranos de la talla de Nicolás Maduro o Daniel Ortega hablan todo el día de democracia, porque cada quién recoge un pedacito del término, el que más conviene a los intereses del momento. Todos los tiranos se bañan de democracia.
En México, quienes apoyan la reforma judicial lo hacen alabando lo democrático de que los jueces, magistrados y ministros se elijan por voto popular. Quienes están en contra advierten el riesgo para la democracia que significa un Poder Judicial cuyas resoluciones dependan del voto popular. Ambos se dicen igualmente demócratas. La democracia implica voto -libre y secreto- así como división de Poderes. No se puede un poquito sí y un poquito no; un poquito de esto y un poquito menos de aquello. Una democracia con los poderes cooptados por grupos de interés, como sucedió en este país las primeras dos décadas del siglo XXI, no era una democracia plena. Elecciones sin un instituto electoral con autonomía y suficiencia financiera para garantizar el voto, como sucederá en las del poder judicial, o un sistema político sin contrapesos al Poder presidencial, tampoco es democracia.
No hay dos democracias iguales; cada país pone el énfasis en aspectos distintos. Tampoco hay dos demócratas idénticos. Todos ponemos mayor o menor énfasis en los aspectos que consideramos importantes, pero hay irreductibles: elecciones libres, igualdad ante la ley y división de Poderes. Ahí no se puede ser sólo un poco demócrata.
La democracia tiene pocos adeptos de tiempo completo y muchos de ocasión; hay en sus filas más villamelones que en el Real Madrid y el Barcelona juntos. No es demócrata quien cree que tiene más derechos porque tiene más dinero o más poder que otros. Tampoco el que piensa que su voto debe valer más porque es más educado o paga más impuestos. No es demócrata quien cree que una mayoría, cualquier que esta sea, no tienen obligación de escuchar a los otros, mucho menos quien piensa que porque fue electo popularmente habla por el pueblo.
Es cierto, la democracia tiene muchísimos defectos, es el peor de los sistemas, pero como dijo Churchill, no hemos inventado nada mejor. En nombre del pueblo y llegando al poder desde las urnas, los nuevos populismos, sean de derecha o de izquierda son hoy el mayor riesgo para la democracia, una democracia urgida de demócratas que estén con ellas cuando ganan y cuando pierden.
diego.petersen@informador.com.mx