Ideas

El adiós de Alfaro II: balance de la gestión

¿Cómo evaluamos la gestión de un gobernador? La tentación más sencilla es hacerlo por indicadores económicos, sin embargo, aunque son sin duda importantes, muchas variables son exógenas al gobierno en turno. Así como no es justo ni correcto atribuirles la caída de la economía por la pandemia, tampoco es logro de un gobernador que la economía crezca, pues esto depende de muchos factores y decisiones que nada tienen que ver con gobernantes o funcionarios. La gestión tiene más que ver con la capacidad de un gobierno para hacer bien lo que le toca hacer: prestar servicios, hacer obras, administrar recursos y hacerlo con transparencia y eficiencia.

El gobierno de Enrique Alfaro ha sido un gobierno bastante eficiente. El equipo, en general bueno, con excepciones, fue un gabinete de hombres y mujeres capaces que hizo bien su chamba. Por supuesto que en cada área podemos encontrar cosas que pudieron hacerse mejor, siempre las habrá. La manera más justa de evaluar es comparando al grupo de secretarios con otros gabinetes de gobiernos anteriores y al gobierno en general con el de otros estados y podemos decir que, en esas comparaciones, la gestión de Alfaro sale bien librada.

Curiosamente, lo que salió mal en esta administración fueron las “innovaciones”, esos inventos en la estructura gubernamental que no hicieron sino desdibujar o  complicar la gestión, particularmente los coordinadores sectoriales y las secretarías de Planeación y Participación Ciudadana y Gestión Integral del Agua.

Los coordinadores solo engrosaron la nómina y nunca tuvieron claro cuál era su función. Cada uno mató las pulgas a su modo y todos se enfrentaron, en cada área, a un secretario o dos que desde el inicio decidieron no hacerle caso a su coordinador, fundamentalmente aquellos que tenían acceso directo con el gobernador.

En el caso de las secretarías el problema no fue menor. En la de Gestión Integral del Agua nunca terminaron por encontrar un diseño institucional en el que quedaran claras las responsabilidades de cada organismo. Tuvimos en el sexenio alfarista los peores años del Siapa y de la calidad del agua de los últimos años.

Juntar la planeación con la participación ciudadana fue una decisión populista cuyo único resultado fue la nula planeación y, por tanto, de evaluación. La ausencia de criterios de evaluación facilitó la nula transparencia, fundamentalmente en la ejecución de la obra pública: falta de proyectos ejecutivos, asignación directa de obras fragmentadas, concursos controlados para los cuates, fue la marca de la casa durante el sexenio.

Mención aparte merece la gestión en seguridad pública, pero de eso hablamos mañana.

(Mañana: El adiós de Alfaro III: balance de seguridad).

diego.petersen@informador.com.mx
 

Síguenos en

Temas

Sigue navegando