Depredadores en el aula
Nadie dijo que ir a la escuela sería fácil, pero tampoco que sería como una prueba constante de valentía. Nuestro país es líder en temas de bullying o acoso escolar, por lo que muchos alumnos están desmotivados o incluso angustiados por asistir a las aulas. No sólo hay un rezago en materias básicas (como lectura de comprensión o las pruebas de matemáticas), también hay presiones de todo tipo: competencia, agresividad, robos, ansiedad, y -por supuesto- acoso sexual.
Un buen termómetro para conocer el estado de una sociedad es echar un vistazo a lo que ocurre en las escuelas. Hace unos días fue denunciado el profesor Horacio Hernández Casillas, coordinador de Antropología del CUCSH por algo más que una conducta inapropiada. Tanya Elizabeth Méndez, docente de esta carrera, había denunciado en diversas ocasiones que Hernández le hacía comentarios lascivos, la perseguía en su espacio de trabajo, le exigía besos en público, entre otras circunstancias. Su denuncia tuvo represalias laborales, tanto en el salario que percibía como en el daño a su integridad personal, ya que el sujeto en cuestión no dudó en difamarla para tratar de minimizar las acusaciones.
Su denuncia tuvo represalias laborales, tanto en el salario que percibía como en el daño a su integridad personal
Tanya no fue la única que señaló esta situación. Antes de ella hubo casos de alumnas que explicaban este comportamiento de manera anónima por temor a lo que sucediera después. Como en el caso de Noemí López la alumna valiente que alzó la voz, fueron varias las estudiantes que salieron reprobadas, que fueron condicionadas en sus horarios o en las firmas requeridas para algún trámite, sólo por negarse a estas actitudes.
El caso del profesor Hernández Casillas tiene varias aristas que vale la pena analizar. Primera, la impunidad con la que solicitó los favores sexuales obedece a su posición de poder. Algo hay ahí que lo hace sentirse intocable. Segunda, su actitud es también un caso de corrupción, pues a decir de la profesora que lo denunció, el coordinador confiaba en “sus muchachos” para desaparecer pruebas, a cambio de darles calificaciones sin tener que acudir a clases. Hombres protegiendo a otros hombres a cambio de perpetuar el poder. Y tercera, que a pesar de que esta situación era conocida desde hace bastante tiempo, hubo un sistema que intentó restarle importancia. El acoso sexual sigue siendo considerado algo menor, o relativo incluso. A pesar de la gravedad del testimonio hay quienes buscan justificarlo o culpar a las víctimas de lo que les pasó.
Es clave fomentar la cultura de la denuncia, pero igualmente importante es que se le dé seguimiento puntual. La Universidad de Guadalajara separó del cargo a este coordinador hasta que la presión fue insoportable, pero probablemente tendrá que hacer una revisión minuciosa hacia el interior para acabar también con otros perfiles, depredadores que ahora aprovechan su anonimato.
(puntociego@mail.com)