Crear en tiempos de guerra
Hay cierto orgullo en representar artísticamente al país que nos vio nacer. Los primeros años de un niño son enmarcados por costumbres y tradiciones propias de la cuna y de la nana de media noche que canta una madre. El olor del ambiente, el ruido de sus calles, el ritmo del idioma, el sabor del guiso en el mercado y los colores captados en la mirada del otro son parte del día a día y forman la identidad no sólo de una persona sino de un país. No hay por decreto un pueblo -por más legalidad que presuma- que no se haya fundado ignorando estas raíces. No somos distintos pero los elementos con los que crecemos y legamos nos vuelven pueblos y personas únicas. Cruzamos ríos, fronteras y océanos y nos sorprendemos como apenas llegar a otro territorio nos podemos adaptar a una vida completamente diferente. Volamos kilómetros y en horas nos introducimos a la vida de otra comunidad, cargada de otra historia con horizontes tal vez parecidos. Dejamos en esta nueva latitud una carga nostálgica de aquel lugar que nos vio nacer y buscamos el eterno retorno emocional a la tierra prometida, aquella que en paz o en guerra nos haya escuchado llorar por primera vez. Crecemos y dejamos la casa de los padres, algunos migramos, buscamos un camino propio y con mucha suerte encontramos paz.
La historia del arte nos ha enseñado que la humanidad -por mucho que se quiera creer-, no quiere cosas distintas, no tiene acceso a mejores políticos (por más diplomas universitarios que se cuelguen), ni tiene menos hambre. Convertirse en un artista de verdad significa abrazar las circunstancias, el futuro o la ausencia de este, embalsamarse con su historia y con la historia de toda la humanidad para que con suerte, emerjan aquellos elementos adquiridos, afloren y representen no a un lugar sino a una humanidad sin fronteras pero cargada de patria. Hay cierto orgullo en representar artísticamente al país que nos vio nacer pero hay mucho más orgullo en representar a una humanidad doliente y feliz, precaria y culta, vil y refinada. El camino es buscar y ofrecer al mundo aquello que exigimos nos provea el exterior. Deseo paz no solo en Ucrania, sino en cada espíritu contrariado que busca afuera lo que no lleva dentro, que busca invadir al otro para conseguir para sí lo que ya lleva.
Cuando un artista crea, otro mundo sucede.
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