Combatir la corrupción
Es un hecho que dentro de cualquier propuesta política actual, la de erradicar a la corrupción es un asunto indispensable.
Lee Kuan Yew, considerado el padre de Singapur, desde 1959 hasta 1990, logró significativos progresos (que hoy se pueden constatar) con un modelo de Gobierno estricto en lo social pero profundamente capitalista, y todo comenzó con reducir a la corrupción y así impulsar la producción económica hasta convertirla en uno de los países más competitivos.
Cómo muchos países, la corrupción está asociada con la impunidad, la malversación de fondos públicos, el soborno y cuanto se le pueda ocurrir a un funcionario o político para aliarse con los hombres de negocios y así obtener sustanciosas ganancias ilícitas.
Su visión para derrotar a la corrupción comenzó con un concepto muy importante “para logarlo debes estar dispuesto a enviar a la cárcel a tus amigos y familiares”.
Sólo de esta manera se puede ir sistemáticamente reduciendo la podredumbre que existe.
Uno de los pasos importantes que dio fue pagarles muy bien a los funcionarios públicos para que no caigan en la tentación de buscar otras fuentes de ingresos. Pero a estos funcionarios los rotaba de puestos frecuentemente, para que no hicieran lazos corruptos. Además les hacían inspecciones sorpresa. Y si algún funcionario estaba involucrado en algún acto ilícito, hizo fuertes lazos con los medios de comunicación, para que investigaran y publicaran sus hallazgos y así la población estaría enterada de las fechorías de esos empleados públicos.
Se creó una oficina de investigación sobre la corrupción que desde un inicio tuvo poderes autoritarios, de tal manera de que sin una orden judicial se pudiera detener a los sospechosos para llevar a cabo interrogatorios e indagar sus lazos y actividades, empezando por sus bienes y cuentas bancarias.
Los funcionarios a los que se comprobaba su corrupción perdían su empleo, su pensión y de todos los beneficios que habían adquirido.
Desde luego que nadie que infrinja una ley queda impune, no importaba el rango, o el desempeño laboral que realizara. Se trató de erradicar toda conducta ilícita de cualquier persona, por eso incluso los amigos y familiares no podrían estar exentos. En pocas palabras eliminó el fuero y los intocables, como existe ampliamente en México. Que con una sola llamada de un amigo se puede salir de la cárcel o simplemente no pagar una multa o ser sujeto a indagatoria por parte de una institución como Hacienda.
Desde luego que estas medidas las acompañó con reglas cotidianas, que nos pueden parecer ridículas, pero había que disciplinar al pueblo y hacer que el comportamiento social fuera ejemplar. Así que el respeto y el cumplimiento estricto de ellas ha sido un complemento indispensable para erradicar la impunidad y desobediencia, como es el caso de no arrojar basura, chicles, escupir o consumir alimentos y bebidas en los interiores del transporte público.
Otro de los ejes principales fue la reforma judicial, defender la pena de muerte para eliminar a la delincuencia, especialmente a los asesinos y a los narcotraficantes, quienes por lo regular terminan en la horca.
Pero también el plan incluía la creación de empleo, la inversión extranjera y dar todas las facilidades para la construcción de fábricas sin que el Gobierno se convirtiera en un obstáculo.
La reforma educativa tuvo una función muy importante: enseñar a los jóvenes a trabajar, a ser puntuales, a ser responsables y aprender a fabricar productos de alta calidad. Que un alumno piense, analice y resuelva problemas por sí mismo es el objetivo principal. No el conocimiento y las ciencias solamente, sino los medios para ganarse la vida.
Cualquier propuesta para combatir la corrupción que no tome en cuenta la idea de erradicar la impunidad es una demagogia más.
Si realmente se quiere lograrlo hay que estar dispuestos a meter a la cárcel a los familiares y amigos. Que no se nos olvide.