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Amnistía, punto final y cárceles

En el Plan Nacional de Paz y Seguridad, cuyo éxito depende en 80% de su programa económico, según dijo antenoche el Presidente electo Andrés Manuel López Obrador en el programa Tercer Grado de Televisa, se contemplan también los apartados de Construcción de Paz y el de la Recuperación y Dignificación de las Cárceles.

La promoción de la cultura de paz, plantean, se encargará a un Consejo integrado por seis notables mexicanos y mexicanas y la participación de la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU.

En este capítulo se esboza la aplicación de procesos de Justicia Transicional aplicados más bien en países que están saliendo de conflictos armados internos, así como la figura de la amnistía, como recursos para poner fin a la escalada de violencia, reduciendo las penas a quienes prometan “un cambio de vida”.

Como se recordará, el tema de la amnistía causó controversia cuando como candidato en diciembre pasado lo propuso López Obrador para otorgarle el perdón a los líderes del narco que no hayan cometido delitos graves como homicidios, como medida para pacificar al país.

A juzgar por lo visto y escuchado en la entrevista colectiva que le hicieron a AMLO los periodistas de Tercer Grado, y que ratificó ayer, esa amnistía o perdón llegará a los integrantes de la “mafia del poder” que tanto fustigó por corruptos en la pasada campaña electoral, con el llamado “punto final” para no castigar hechos pasados de corrupción, para no crear, dijo, un clima de confrontación en el país. Una especie de borrón y cuenta nueva a partir del 1 de diciembre.

Aquí, pues, el gran reto será implementar estas figuras de invitación a la reincorporación social a quienes han infringido la Ley, sin reagredir a las víctimas y sus familiares, y no ensanchar el amplio manto de impunidad, que es el principal estímulo para seguir delinquiendo.

Sin duda alentador, es el hecho que en el Plan de Seguridad se contemple el tema de las cárceles del país, hoy en su mayoría, en manos de la delincuencia organizada.

Por años, los gobiernos evadieron enfrentar los problemas de los sistemas penitenciarios, que, aunque aparecen en teoría como el último eslabón de los sistemas de justicia, son en realidad los espacios por donde pasa la seguridad de las ciudades. No recuperar el control de las prisiones seguirá representando una fuente inagotable de recursos para el hampa, que sirven luego para corromper custodios, jueces, policías y para el reclutamiento de sicarios.

Habrá que ver qué se plantea desde el Gobierno federal para que las autoridades estatales y municipales hagan lo propio para terminar con los autogobiernos delincuenciales y combatir los altos niveles de sobrepoblación que presentan la mayoría de las cárceles del país, como sucede en Jalisco.

La primera Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) realizada el año pasado por el INEGI puede arrojar mucha luz de lo que se debe hacer para que las autoridades recuperen el control de las cárceles mexicanas.

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