Ambivalencia histórica
La revolución mexicana no fue precisamente socialista, aunque diversos elementos del socialismo europeo rondaban ya en la cabeza de diversos caudillos, incluido Madero. El anarquismo en cambio sí que estaba muy presente, tanto el ideológico como el analfabético.
Con el triunfo del socialismo marxista en Rusia, el estado mexicano advirtió la importancia del acontecimiento y optó por mantener una permanente actitud de impresionante ambivalencia hasta el día de hoy, es decir, sumiso y hasta servil con Estados Unidos, pero ante el resto del mundo defensor siempre de la izquierda y todo lo que la izquierda ha supuesto en los últimos cien años, claro, de manera bastante tropicalizada, así: la opción teórica por el proletariado, la apología implícita de la dictadura, el totalitarismo camuflado, el asistencialismo social de tercera clase, el enriquecimiento del “soviet” supremo a expensas, eso sí, de ricos y pobres; el intervencionismo económico estatal, el apoyo irrestricto a Cuba y a sus subsatélites.
Capitalistas convencidos pero apasionados por los obreros y los campesinos, los políticos mexicanos en su mayoría han usado la izquierda más como un membrete de moda que como una política de estado, no obstante, eso les ha permitido ofrecer asilo a cuanto político de izquierda lo ha requerido, lo mismo si procedía de Europa que del resto del continente latinoamericano. Hay que señalar que con estos últimos se halló siempre en mejores términos, porque la izquierda latinoamericana ha sido más o menos igual de tropical que la nuestra, acaso con excepción del Brasil de Lula o de Chile en tiempos de Allende.
De esta suerte el estado mexicano ha saludado lo mismo con la izquierda que con la derecha, a tenor del saludado, ninguna sorpresa que muchos de nuestros políticos estén considerando aceptar, hasta cierto grado, la ayuda de Estados Unidos para enfrentar al crimen organizado, auxilio débil si consideramos que desde la guerra de Vietnam, Estados Unidos no ha hecho otra czosa que fracasar y complicar la vida de cuantos países ha pretendido “ayudar”, con un altísimo costo en vidas civiles, recordemos Afganistán, Irak y Siria, entre otros.
Pero además ¿quién le ha dicho al señor Trump que el gobierno mexicano quiere acabar con la delincuencia organizada?
Veamos lo positivo, México ha sido siempre un país dispuesto a dar asilo tanto a extranjeros como a nacionales, a los extranjeros si son o por lo menos han parecido ser de izquierda, a los nacionales, si han ocupado los más altos puestos de gobierno sea estatal o federal, con sus excepciones en lo estatal, cuando como dice el dicho, los marranos han sido muy trompudos.
Aun así, las maneras debieran conservarse y no recibir y saludar a un ex Jefe de Estado como si se tratara de un cuate con el que se tienen familiaridades domésticas o de un niño migrante desprotegido que ya encontró a su papá, para luego tratarlo como si siguiera gobernando, con camionetas de lujo y un Estado Mayor Presidencial como se usaba antes de la 4t.
Pero bueno, cuando se hace de la ambigüedad el discurso permanente, como ha ocurrido en este país desde los tiempos de la independencia, todo se puede esperar y todo se acaba por ver.
armando.gon@univa.mx