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"Al parecer"... "víctimas circunstanciales"...

Desde el Presidente de la República hasta cualquier edil, pasando por la gobernadora de Chihuahua viven convencidos de que la violencia no afecta sus proyectos políticos, de que las y los mexicanos ya se resignaron a que la inseguridad es parte de la identidad, renovada esencia del fatalista aquí nos tocó vivir, un impuesto agregado al costo de ser mexicano, miedo que es ya costumbrismo, acaso ruido mediático que no les quita el sueño ni les modifica la rutina: una tragedia de los desposeídos y de los que tienen mala suerte, todo lo contrario a ellos y sus familias.

Por eso frente a la conmoción se atreven a balbucear. “Al parecer”, dice el Presidente que domina las redes sociales pero también domina la agenda. “Al parecer”, declara el hombre más poderoso en décadas en México cuando habla de dos septuagenarios asesinados el lunes, y cuyos cuerpos han sido secuestrados. “Al parecer también ellos (los sacerdotes) fueron asesinados”, dice en su rezongo matutino Andrés Manuel López Obrador, la decepción presidencial más grande.

“Al parecer”. El jefe del Estado mexicano se enfunda en su disfraz favorito: el de un hombre desconectado de todos aquellos que despiertan un martes y el espanto les invade con la noticia en sus pantallas, radios, y teles de que jesuitas –pobres, humildes, trabajadores, sencillos, pueblo que se entrega al pueblo– han sido masacrados porque alguien se refugió en su parroquia, en su Iglesia.

López Obrador no se pone delante de todos nosotros para encabezar el horror de una sociedad que ve que entre los ochetaitantos asesinatos de este lunes dos ancianos jesuitas murieron a balazos, sin abrazos.

El Presidente sólo muestra la careta del diario, del teatro armado para distraer, para engatusar, para evadirse mencionando la realidad sin asumir responsabilidad.

Por la mitad de esto el AMLO del pasado le hubiera pedido la renuncia al titular del Ejecutivo.

Ay, pero ya estamos escuchando los pretextos: nos dejaron esta herencia. Así frente a estas muertes, así frente a todo.

Casi cuatro años después de su triunfo electoral, del inicio de su poder, al parecer se levanta diario creyendo que la divinidad evaporará un complejo problema que ni entiende y menos le duele.

Y qué decir de Maru Campos, la gobernadora de Chihuahua. Vaya manera de azotar en su primera gran crisis: ha llamado “víctimas circunstanciales” a estos dos jesuitas.

La traicionó el subconsciente: oigan, qué mala suerte, iban a matar a un narco y mataron a dos no narcos.

En un boletín inicial el Gobierno de Chihuahua condenaba los hechos ocurridos a los prelados pero los señalaba como “víctimas circunstanciales”.

Pero todo es falaz salvo el desliz de la panista: ni era narco el perseguido, ni aunque fuera ella debe renunciar a impedir asesinatos; ni son circunstanciales las víctimas en Chihuahua.

Porque ese Estado, y México, arden, y nada de eso es circunstancial.

Lo dijo muy bien la diócesis de la Tarahumara: “Cualquiera pudiera decir que estuvieron en el lugar y en el momento equivocado, sin embargo no ha sido así, ya que ambos sacerdotes estaban cumpliendo con su deber de ayudar y socorrer física y espiritualmente a una persona que estaba perdiendo la vida”.  (https://raichli.com/2022/06/21/asesinan-a-jesuitas-en-chihuahua/).

La diócesis demandó justicia para los padres Javier Campos Morales (también conocido como padre Gallo) y Joaquín César Mora, y para “todos los que han sido víctimas de esta ola de terror y miedo en estos últimos diez años”.

Aunque al parecer al Presidente y a la gobernadora les valga lo que pase a sus gobernados frente a la violencia.

Salvador Camarena

sal.camarena.r@gmail.com

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