A los que juzgan, paciencia y perspectiva
La guerra es espantosa. Y no hablo casualmente del espanto. A todos -o por lo menos a mí- me deja, paradójicamente desarmada. Llevo años viendo y viviendo el deterioro social que deja una guerra sin nombre en este país. Llevamos años estudiando el mismo deterioro que han dejado sobre pueblos enteros los que deciden sobre el porvenir de su misma gente. Qué pronto se olvida el ser humano de su propia especie y de la historia de ésta. En esta circunstancia y casi siempre, uno tiene que pronunciarse ante los demás: fulano es el malo, este es el bueno y para mí (con sus honrosas excepciones) y citando a Nicanor Parra “batallas podrán ganarse pero la guerra no se gana nunca”.
En estos tiempos, quererse tomar un espacio para no juzgar al primer impulso, para ver las hechos del día a día en un contexto de guerra puestos en perspectiva y con ello solo ver pasar la historia frente a nosotros (como si eso fuera poco), o abstenerse sin tener una opinión es juzgado tanto como el mismo crimen. Aunque resulte “muy fácil” llegar a una conclusión sobre la invasión de Rusia sobre Ucrania y jamás me pronunciaría en contra de las atrocidades cargadas de violencia y muerte sobre niños, mujeres y hombres, no quiero dejar de ver lo que un pueblo y sus artistas -como decía en un inicio- padecen en torno a la responsabilidad política de unos pocos cuantos.
El arte trasciende naciones y sus fronteras, instituciones y sus objetivos, individuos y sus principios. El arte en sí es un ideal y éste pertenece al ascua de la humanidad. No es el alimento sino el hambre del espíritu humano. No es la respuesta sino el laberinto sin fin de las preguntas a venir. No es el fin, sino el principio de todo. Y no es tampoco el destino del héroe sino el camino del guerrero.
Es verdad que los compromisos políticos en el mundo terrenal de los artistas existen y algunos de ellos son ventajosos y repulsivos por decir lo menos. Lo que me parece increíble es que se insista en enmarcar a los artistas de verdad entre “fronteras, objetivos y principios” o lo que es lo mismo entre misiones y visiones dentro de una página de internet. Que los artistas rusos estén pagando el precio de esta -inclusive- mal entendida alianza, me parece brutal. Esta carente humanidad un día -espero-, dejará de atizar la hoguera a su propia gente para volver a oír el “Coro de los esclavos” de Verdi y quizá entonces, sólo llevados de la mano del arte podamos entender y aceptar que acá nadie está libre de pecado. Por esto y por mucho más, a los que también humanamente juzgamos: paciencia y perspectiva.
A los artistas ucranianos y rusos en resistencia, mi respeto y admiración.
argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina