2018 ¿Un año más o un año de paz?
El año que está a punto de comenzar nos invita a unos momentos de reflexión, después de la ilusión del momento, el brindis, la oportunidad de abrazos y besos, a veces tan falsos como la novedad que queremos imprimir a nuestra fiesta de Año Nuevo.
Después de todo esto, también es bueno recoger del recuerdo los momentos por los cuales tenemos que elevar un enorme Gracias a Dios por la vida y por tantas cosas buenas que encontramos a lo largo del 2017.
El primer día del Año, nos invita a los buenos propósitos y a proyectar nuestro 2018 y no solamente con las ideas y conceptos que nos inyectan mentalmente la infinidad de mensajes que en épocas electorales son tan abundantes. Sobre todo hay que poner bien claro qué es lo que quiere nuestro corazón.
Primer día del Año.
Desde hace ya 50 años en este día se intensifica la Oración por la Paz. Pero ya desde hace más de dos mil años vino Jesús a traernos la paz y lo que hemos hecho a lo largo de la historia ha sido una larga cadena de resistencias a su Mensaje porque a veces ni siquiera los que nos llamamos cristianos seguimos su enseñanza.
Miramos en torno y no encontramos por ninguna parte esa paz que Jesús nos quiere dar.
Y luego no acabamos de comprender este mundo tumultuoso y desgarrado donde la agresividad nos lanza a unos contra otros en una competencia insensata, ya sea en los deportes, en la política, en la Iglesia... entonces nos preguntamos: ¿cómo celebrar la paz en un mundo donde hay tantas guerras?
Por otra parte, la sociedad de consumo nos hace trabajar como locos para poder comprar y gastar con frenesí. Podemos afanarnos, fatigarnos, hacer grandes cosas y proyectos importantes, pero si no tenemos paz en nuestro corazón, esas cosas no nos ayudan a lograr la paz: serán esfuerzos vanos.
No será vano insistir en que aquel que tiene la paz en su corazón y sabe hacerla en su vida, es el que está en condiciones de poder comunicarla.
El que ha logrado la paz en su corazón se vuelve como una luz; muy pronto contagia y va prendiendo otras, y a la larga la paz podría volverse una luminaria que iluminaría la tierra entera.
Aunque el reverso es igual; el que tiene violencia en su corazón, también lleva fuego y lo contagia, lo comunica; pero el fuego de la violencia es devastador, lleva destrucción y muerte.
Necesitamos la paz y tenemos que ir a buscarla con Jesús y a Jesús lo encontramos en brazos de María.
La paz consigo mismo es importante porque es la base en la que se apoya y se funda todo el proceso de paz.
Es desde el centro del ser donde empieza a irradiarse y a cundir a los ambientes, empezando por los más
cercanos. Una comunidad que viva en la armonía, favorece y contribuye a que la paz reine en cada corazón, en los pensamientos, en nuestros sentimientos, en nuestras actitudes.
El Señor que nos bendice, nos protege quiere darnos su paz, pero ciertamente nos pide poner nuestra parte para que seamos una comunidad donde la paz se viva como un don.
Es decir esos propósitos que hoy brotan en el corazón son el proyecto que Dios nos propone para este año que iniciamos hoy.
Por eso le decimos:
Dame, Señor, paz en mi corazón.
paz en mi vida, paz en mi casa,
y yo haré de ella una semilla
que lleve a todos tu palabra
para que otros conozcan
el tesoro que contiene la paz.