- “Ni regalados…”
A ver: si Guadalajara es sede, desde hace 32 años, de “la feria internacional del libro más importante de habla hispana”, también debería ser, en teoría, la ciudad mexicana en que más se lee. Si en la “numeralia” que se difunde, en tono triunfalista, al término de cada edición de la Feria susodicha, se pondera la cifra, siempre creciente, de visitantes -verdaderas multitudes-, cualquiera diría que pocas cosas entusiasman tanto a los tapatíos como los libros. Si en ese balance anual los exhibidores dan el dato de los libros que venden, sería razonable inferir que los cientos de miles de visitantes se aprovisionan de alimento para la inteligencia y el espíritu para el resto del año…
-II-
La realidad, empero, no es exactamente así. En lo que hace a la afición por la lectura, Guadalajara (y anexas) está al mismo nivel que el resto del país. El promedio de lectura de sus habitantes escasamente pasa de un libro y medio al año.
Ahora que el Gobierno federal cacareó el programa de Fomento a la Lectura que ve en el abaratamiento -por decreto- de los libros una de sus presuntas fortalezas, cabe señalar que los motivos, razones o pretextos (usted elija, lector amable) de los tapatíos para no incluir a la lectura entre sus hábitos, coinciden con los del resto de los mexicanos: según datos del INEGI, de 2018, 45.6% de los mexicanos aduce “falta de tiempo” para leer; 24.4%, falta de motivación o gusto; 14.8%, preferencia por otra actividad; 13.1%, motivos de salud. Sólo 1.7% lo atribuye a falta de dinero.
Por otra parte, si el costo promedio de un libro, en México, anda sobre los 300 pesos, cualquiera percibe que el mexicano promedio se gasta eso y más -mucho más, incluso- en un boleto para un festival de rock o un concierto (con todo respeto) de Pancho Barraza, Julión Álvarez o Paquita la del Barrio.
-III-
Así, aunque algunas voces respetables -la de Juan Villoro, por ejemplo-apuntan que “debe concederse el beneficio de la duda” al anunciado programa gubernamental, el simple hecho de abaratar los libros no garantiza que aumentará el número de lectores. Quien no tiene el hábito de la lectura, no lee ni aunque le regalen los libros… El gusto por la lectura, después de todo, es una enfermedad contagiosa que se adquiere en casa o en la escuela… siempre y cuando también padres y maestros la padezcan.