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- "Martes 13"

¿Qué el martes 13 no es día de mala suerte…? ¡Pregúntenselo a Rosario Robles!

-II-

Antaño, cuando se llevaba a un miembro de la realeza o la nobleza a la guillotina, la ejecución se realizaba en la plaza pública. Se llevaba a los niños a presenciar el espectáculo. Por encima de la crueldad que el asesinato legalizado implicaba, el acontecimiento se interpretaba como el triunfo de la justicia sobre el abuso.

Es el caso, hechas las correspondientes salvedades, a raíz de la noticia de que un juez federal vinculó a proceso a Rosario Robles -cuyo notable historial como “servidora pública” sería prolijo reproducir- y dispuso someterla a prisión preventiva, a partir de ayer, en el penal de Santa Martha Acatitla de la Ciudad de México,de la que fue Jefa de Gobierno, en lo que se inicia su proceso por el probable delito de ejercicio indebido del servicio público.

La sentencia masiva, a partir de las publicaciones que se hicieron al develarse el caso de “La Estafa Maestra”, ya fue emitida: “¡Culpable…!”. 

Las redes sociales, moderna versión de la plaza pública de antaño, consignaron las reacciones de la “vox pópuli”: pocas de conmiseración; muchas de júbilo. Como si la culpabilidad o la inocencia de la presunta debiera decidirse en juicio popular -sumario, además-, los pulgares de la gran mayoría, en automático, se vuelven hacia abajo. Para la turba, el principio de presunción de inocencia que suelen invocar los legalistas, es palabrería químicamente pura. La sentencia masiva, a partir de las publicaciones que se hicieron al develarse el caso de “La Estafa Maestra”, ya fue emitida: “¡Culpable…!”.

-III-

El espectáculo es repugnante. Si al cabo del proceso y de que la acusada y sus defensores aporten pruebas de su inocencia, la balanza de la justicia determina que son más las de su culpabilidad y en ese sentido se pronuncia; si resulta, además, que el asunto era -como sostienen muchos observadores- “una compleja maraña de complicidades” y el brazo de la ley alcanza a todos los que merced a ella se beneficiaron (“caiga quien caiga” y “hasta sus últimas consecuencias”, como suele decirse); si se consigue, idealmente, reintegrar a las arcas públicas los más de cinco mil millones de pesos “desviados” -¡primor de eufemismo!- mediante esa urdimbre; y si, sobre todo, se investigan y sancionan otras “estafas maestras” -más ingeniosas y perversas que esta, ciertamente, porque aún no han sido descubiertas-, entonces sí podrá creerse que la lucha contra la corrupción va en serio.

Si no, todo será mero sainete. Y Rosario Robles, mero “chivo expiatorio”.

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