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Columna: La hoja en blanco

No hay mayor reto para un escritor que una hoja en blanco

Su enemigo, cómplice, aliado, un enfrentamiento cara a cara con la creatividad y la inspiración que bien podría despertarte por la madrugada saltando de la cama con el deseo voraz de escribir y apresurarse a hacerlo para no olvidar, anotar en pos-it, libretitas y hojas sueltas para no dejar ir ese momento de lucidez. Podrías pasarte una tarde entera mirando la hoja en blanco sin lograr nada… nada, sentarte frente a la computadora por horas para llegar a la conclusión de que no llegará esa idea que estás buscando, ese cómo decir, ese cómo atraer al lector.

Leer siempre será la mayor fuente de creatividad / Photo by Kourosh Qaffari 

Días de inspiración loca y otros de un estancamiento casi mortal. Para mí la hoja en blanco es mi favorita, es la que me invita a escribir, a sacar lo mejor de mí, lo que llevo dentro, mis deseos, mis frustraciones, la admiración de escribir para un personaje que vale la pena, solo aprendí a comunicarme así, así soy feliz.

La cotidianidad de una hoja en blanco que me acompaña en la vida diaria, en mi trabajo que amo y que me hace soñar. La hoja en blanco es la vida que aún no se escribe, que nos da una esperanza de algo mejor y el poder de cambiar el mundo con unas líneas, a seguir adelante con el deseo de crear y creer en las historias.

El café puede ayudar a la inspiración / Photo by Nadya Shuran on Unsplash

La hoja en blanco es un mañana, un futuro mejor, un anhelo, una oportunidad de capturar la vida misma y poder plasmarla.

La hoja en blanco del escritor es como lienzo para el pintor; la nueva receta que hará el chef, la tela que acaricia la diseñara de modas al pensar en su nueva creación, aquella casa que ilusión construye un arquitecto. El anhelo de una hoja en blanco se traduce a lo que tanto sueñas y deseas, el resultado solo depende de ti.

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