Gente Bien

Columna: Frágil

Dentro de la fragilidad de la vida, también está la oportunidad de ser felices con lo esencial

Se nos olvida que la vida es frágil.  Nos gusta hacer planes y es emocionante pensar que podemos controlar todo lo que hacemos. Lo cierto es que no y aunque seguramente todos estamos llamados a una misión por la que estamos aquí, quizá es sólo escuchando nuestra voz que nos vamos guiando por donde creemos que va nuestro camino.

Todo mejora si estamos cerca de los que amamos / Photo by Caleb Jones on Unsplash

Todo se detuvo. Desde que inició la pandemia cambiaron los planes de todos, sin importar edad ni condición social, aunque es cierto que unos la fueron pasando peor que otros, con distintas circunstancias, unos perdiendo su trabajo, otros quizá sufrieron de ansiedad al vivir en un encierro que antes no conocían o quienes la pasaron solos sin la oportunidad de compartir con algún familiar.

Cuando viajamos y tenemos un artículo que queremos cuidar o es importante para nosotros, pedimos que lo documenten como "Frágil" y justo esa es la palabra que me ha estado rondando por la cabeza. La vida es frágil, siempre ha sido, pero se nos olvida porque nos empoderamos pensando que somos dueños de ella y de nuestro tiempo.  Es imposible dejar de hacer planes y tal vez haríamos mal en cancelar esa idea, pero no siempre se pueden cumplir al pie de la letra y depende la “lectura” que queramos darle. A veces nos pasa algo “malo” que al final nos damos cuenta que es para nuestro bien, sólo que en ese momento no pudimos verlo.

A veces me preguntaba, ¿qué traerá este encierro para todos? ¿Somos los mismos? Aunque la vida ya se ha ido retomando, definitivamente creo que no. Este tiempo nos obligó a ver lo esencial, lo necesario, lo realmente útil en nuestra vida, las personas que están cerca y parar para preguntarnos, ¿qué estamos haciendo?

La vida cambia de un momento a otro y la virtud es encontrar en cada día esa oportunidad de aprender, de adaptarnos y de ser conscientes qué se puede aprovechar en los momentos de crisis, que muchas veces pueden ser oportunidades frente a nuestros ojos. Un trabajo diferente, algo nuevo que aprender, pasar más tiempo en tu casa, poner atención a tus hijos, cambiar de dirección, casi involuntariamente sólo porque no hay más remedio que salir adelante, quizá de manera que no imaginabas, con todo el talento o conocimientos que ni tú sospechabas.

Parece mentira que los niños sean más resistentes al cambio, me ha tocado escuchar que somos los adultos los que definitivamente no entendemos un “no”, no salgas, quédate en casa, usa tapabocas, etc. Como adultos, ya no nos gusta que nos digan qué hacer y ni siquiera lo cuestionamos, sólo nos entercamos y es más difícil entender razones. Los años pesan y a veces, para mal.

Sin embargo, los niños entienden, si es no salir -aunque no les parezca- lo hacen, se adaptan, buscan juegos y maneras de estar en casa porque comprenden más, sin complicarse tanto. Son ellos quienes también dejaron de ver a sus amigos, de realizar sus actividades deportivas y hasta festejos que les ilusionaban como el Día de Niño, campamentos que tenían programados en la escuela y hasta esa rutina de ir diariamente a la escuela o simplemente ir a la plaza por una nieve o al cine. Para todos ha sido difícil, pero no hay mayor reto que aprender a estar con nosotros mismos y si te parece insoportable, es momento de preguntarte por qué… obviamente hay ratos de aburrimiento, desesperación y flojera, es normal, pero eso no define quién eres, de alguna manera, estamos en casa y estamos con los nuestros, no podría ser mejor.

La tolerancia y la paciencia son difíciles de domar, pero es un ejercicio que nos puede servir para vivir mejor, aunque ahorita no lo parezca. Creo que lo mejor es ir tomando cada día como viene, con lo que puede ofrecernos y despertar dando las gracias por lo que tenemos, disfrutar de las pequeñas cosas que nos pueden alegrar el día, como un desayuno rico con tus niños, salir con tu perro al jardín, cuidar tus plantas, poner un poco de orden en tu cuarto o tu casa; preparar una rica cena en familia, hacer la comida que les gusta, tu postre favorito y hacer llamadas a quienes más extrañas. Es tan simple o complicado como lo quieras y aprendas a manejar.

Dentro de esta fragilidad en la que podemos sentirnos, también está la oportunidad de ser felices con lo poco, lo esencial, compartirlo y aprender a disfrutarlo. Esto va pasando y da gusto entender que no, no seremos los mismos, quizá, seremos mejores personas y eso ya es ganancia.     

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