Escribir desde el caos
La inspiración no llega por arte de magia, quizá, en medio del caos, surgen las mejores ideas
Hasta yo llegué a pensar que escribir es una forma de alejarse de la realidad y ser un intelectual. No, para mí nunca ha sido así. Lo he estado pensando y yo siempre escribo desde una situación caótica, que luego se vuelve graciosa y aunque me esfuerzo por lograr una ambientación ideal para escribir, las cosas no me salen como planeo.
La escena de escribir ha mejorado con el home office y se ha vuelto un deporte de alto rendimiento. Me siento muy a gusto en el comedor, adaptado con la mejor iluminación posible, limpio la mesa, ordeno mis cosas para empezar y hasta me hago un cafecito. Ahí todo va bien y parece que la inspiración me ayuda porque en mi cabeza ya voy ordenando ideas para las notas que debo entregar; de pronto, sale un basquetbolista adolescente desde la sala que “piensa” que el marco de la puerta hacia la cocina es un tablero de basquetbol, así que toma vuelvo, va y viene corriendo, brinca; pero ha pensado además que los guantes de la cocina -los amarillos que uso para lavar los trastes- le dan un mejor agarre a la pelota; para rematar, en las escaleras ha puesto un bote nuevo de basura que compramos en el súper para convertirlo en una cesta para los tiros de tres puntos. Además, tiene prendido el Xbox con el Fortnite a todo volumen en la sala y mientras sigue su trayecto deportivo, porque ahorita se siente inspirado por Jordan al ver su serie, está conectado a los audífonos para jugar con sus amigos de la secundaria, gritando cuando avanzan o para encontrarse en el juego con palabras que yo aún no sabía que decía, pero me da gusto que su inglés va mejorando.
Bueno, sigo intentando concentrarme cuando mi hija de 10 años me dice que tiene hambre, que en la alacena “no hay nada” o para saber si le puedo preparar hot-cakes o un huevito estrellado, pero además debo meterme a la plataforma para ver las tareas del día que el profesor Benito les dejó, al terminar esas -que nos llevan unas tres horas entre divisiones, Geografía, Naturales o Español- queda pendiente la de Inglés, que terminamos con un gran esfuerzo, para cuando sigue Educación Física ya estamos hartas y de Religión ni les digo lo atrasadas que estamos, sin contar las sugerencias que dio la SEP en el cable, mismas que no hemos visto ni de broma.
Cuando pongo las manos al teclado veo que casi son las dos de la tarde y que falta preparar la comida, la cual trato de avanzar desde la noche o en el súper de la semana tener casi todos los ingredientes, entonces con reloj en mano corro a la cocina para apurarme y que al menos a las tres ya podamos comer, lo más sano posible porque si “estoy en casa” debo darme el tiempo. Después de lavar los trastes, me digo no pues ya es hora mijita de avanzar con las notas, una entrevista o mi columna, así que enciendo de nuevo la computadora, pongo algo de música, pero recuerdo que además mi hijo me pidió un pantalón en especial y creo- según yo- que me da el tiempo suficiente para poner una lavadora.
De pronto escucho que viene la basura y digo, chin, no debo esperar y aprovecho para sacar todo, orgánico e inorgánico. Después de lograr ese cometido, que además me da mucha paz, me apresuro a la pantalla de nuevo. Mi hija está en una videollamada pero la interrumpe para decirme que le quedó un huequito, que si le puedo tostar un pan con nutella. Ok, le digo y me levanto de nuevo.
Al final cuando estamos intentando cenar mi hijo me dice:
-¿Cómo te fue hoy? ¿Pudiste escribir algo?
-Mmmm sí, algo- le contesto
-Qué bueno, porque ahora que estás en la casa, tienes más tiempo, ¿no?
-Ajá- y luego me desanimo al ver el lavatrastes lleno otra vez y le doy un beso de buenas noches.
Ahora entiendo, y muchos escritores lo dicen, nunca habrá una situación perfecta para escribir. Quisiera saber cómo hace Stephen King, quien asegura escribir mínimo 10 páginas diarias para sus novelas o leer en esa misma medida. Así que escribo donde puedo, como puedo, rodeada de ruido, del perro que me avienta su platito de agua para que se lo llene o esquivando las pelotas para que no caigan sobre mi taza de café. El caos es parte de mi vida, siempre ha sido y quizá sea ese ingrediente perfecto para seguir aferrada a escribir. De cualquier manera, no dejo de soñar con un escritorio perfecto con un ventanal que dé al campo o al mar para sentarme tranquilamente, ja, ahora sé que no sucederá y está bien.
En mi caso es escribir, pero supongo que hay mamás, contadoras, chefs o abogadas que intentan sacar el día con el home office que ahora nos está tocando. Las familias somos imperfectas y eso nos hace únicos y divertidos, creo que más de eso nos enseñó la cuarentena. No perdamos el ánimo, sigamos el día como sea posible, con sus altibajos o bien, llegar a la conclusión de que debo rendirme por un rato en la noche para ver una serie con ellos en Netflix. Bendito caos de una familia imperfecta como la mía y sé, que no los cambiaría por nada.
AA