Descubre la ceremonia del té en Japón
El Sadō va más allá de la bebida, es un arte que considera la estética del movimiento, la decoración, la vestimenta y los utensilios con que se lleva a cabo
La incorporación del té a la cultura japonesa se dio alrededor del siglo VII, con la llegada de monjes pertenecientes a la secta budista Zen que provenían de China, y estaban en búsqueda de la propagación de esta filosofía.
Para los siglos XII y XIII la cantidad de practicantes del Zen se había multiplicado, llevando consigo el hábito de beber té. A diferencia del propósito medicinal con que se consumía en China, los japoneses lo veían como una actividad social asociada al lujo de las altas clases.
La filosofía del Sadō
Fue hasta el siglo XVI que un comerciante de Osaka, llamado Sen no Rikyu, fundó las bases del Sadō, la preparación del té verde como ceremonia, uniéndolo a la filosofía Zen y sus cuatro pilares importantes:
- Wa – Armonía, entre los individuos y con el entorno.
- Kei – Respeto y gratitud, hacia las personas, la naturaleza y los objetos, en este caso a las herramientas que permiten llevar a cabo la ceremonia del té.
- Sei – Pureza, en el ofrecimiento del anfitrión a sus invitados, así como la limpieza de los utensilios que se utilizan.
- Jaku – Tranquilidad, un estado de paz mental que se domina mediante la práctica y la introspección.
En Japón es necesario realizar estudios para oficiar una ceremonia del té, al aprobar las capacitaciones de las diferentes habilidades que se deben poseer (lo cual incluye conocimientos en jardinería, diseño floral, caligrafía, entre otras), se es acreedor a un certificado o título menjo que avala el dominio del Sadō y su arte.
Las implicaciones del Sadō van más allá de la bebida, es un arte que considera la estética del movimiento, la decoración, la vestimenta y los utensilios con que se lleva a cabo.
Los pasos en la senda del té
La senda o camino del té tiene cuatro fases principales, aunque éstas pueden variar según el motivo y formalidad del encuentro. Para comenzar, los invitados se reúnen en un pequeño salón para después hacer un recorrido por el jardín, que culmina en con un pequeño aseo de manos y boca en representación de la purificación.
Como segundo paso, el anfitrión recibe a las visitas en la sala de té, donde intercambian saludos y se les ofrece una ligera comida con productos de temporada, a lo que sigue la tercera fase en la que se prepara el Koicha o té verde espeso, que se sirve en una taza de la que cada individuo bebe por turnos, limpiándola entre sorbo hasta llegar al anfitrión, junto con este primer té se dan bocados dulces que ayudan a contrarrestar el amargor del té matcha.
Como último paso del Sadō, se elabora un té verde menos concentrado (Usucha), que se vierte en tazas personales para cada asistente lo disfrute bajo el principio de la calma y el disfrute de las pequeñas cosas que suceden en la vida, un simbolismo de paz interna sin importar lo que suceda en el exterior.
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AF