Raíz y fronda, pedagogía de bosque
Es urgente propiciar una pedagogía del siglo XXI que apueste por la sostenibilidad, la salud, el bienestar, la construcción de conocimientos y mejores relaciones socioambientales
En estos tiempos fronterizos post pandemia, donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo aún no acaba de emerger, nuevas formas de relación humana con la naturaleza son urgentes y esto alude también a los formatos y currículos formativos de las nuevas generaciones.
Los formatos educativos escolares quedan en deuda al limitar a cuestiones informativas los asuntos que demandan de la experiencia para establecer prácticas interdisciplinarias e intersubjetivas que amplíen los horizontes cara a cara con el planeta.
Los formatos desescolarizados, que atienden al derecho a la educación en cualquier lugar y en cualquier momento, son una oportunidad única de atender a los procesos cognitivos académicos que demandan más experiencias, comunicación y nuevas relaciones entre las personas y su entorno.
Gran parte de los problemas globales en torno a la relación humana con la naturaleza es la desidentificación del SER naturaleza.
Durante mucho tiempo se nos olvidó que no estamos en relación con la naturaleza sino que SOMOS naturaleza y que eso sólo se aprende cuando hay un vínculo constante, consciente y cotidiano con lo vivo.
Hace menos de 20 años, Gianfranco Zavalloni enunció Los Derechos Naturales de la Niñez, que aún en la práctica, los sistemas escolares no reconocen y mucho menos garantizan su ejercicio pleno.
Al estar en inmersión total en la naturaleza, con una currícula en espiral propuesta por Jerome Bruner y propiciando el carácter autónomo, autogestivo y autodirigido del aprendizaje, la niñez ha demostrado un desarrollo complejo en relación con la conciencia de ser naturaleza, donde el conocimiento deja de ser una serie de datos que acumular para después vaciarlos en exámenes que validarán su capacidad de retención de información, otorgando una calificación que derivará en una certificación carente de significancia sólo para alcanzar el siguiente escalafón escolar.
En la pedagogía de bosque el conocimiento se incorpora de forma orgánica y la niñez la hace evidente en su capacidad analítica, el desarrollo de criterio, la resolución práctica de problemas reales, una mejor capacidad de vincularse con sus emociones, con los otros humanos y relaciones más sanas con el ambiente, en diálogo cotidiano con la estética, el pensamiento ambiental y las ciencias de la vida.
Finalmente, la pedagogía de bosque, la desescolarización y el uso de los espacios públicos como los bosques urbanos para fines educativos formales, cumplen con los propósitos políticos de conectar con la vida y, a la vez que se hace visible el conocimiento, destaca la presencia cotidiana de la niñez fuera de las esferas a las que ha sido confinada (la familia y la escuela), garantizando el ejercicio de ciudadanía, al ser partícipe de los problemas que le conciernen y la capacidad de tomar acciones desde edades tempranas en los procesos socioambientales de formas más sanas y conscientes.
En conclusión, propiciar una pedagogía del siglo XXI que apueste por la sostenibilidad, la salud, el bienestar, la construcción de conocimientos y mejores relaciones socioambientales, es urgente. La pedagogía del bosque pretende dar respuesta a esta urgente necesidad. Todo está por descubrirse, aún.
Sobre el autor
Susana del Pilar Flores Sandoval es niñezóloga y especialista en educación no formal e informal, promotora de la desescolarización e impulsora de la comunidad educolaborativa de inmersión en la naturaleza Raíz y Fronda en Guadalajara, Jalisco.
Para saber
Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales.