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Y la serpiente sigue ahí

En sí, esta plaza no tiene mayor atracción que la escultura de bronce labrada a mano que el artista jalisciense Víctor Manuel Contreras creó para dignificar al dios azteca y tolteca: Quetzalcóatl

GUADALAJARA, JALISCO (04/FEB/2012).- Pasos presurosos, murmullos y carcajadas se escuchan debajo de la serpiente de 25 metros de altura que duerme sobre la plancha de concreto de la Plaza Tapatía, espacio que mañana cumple 30 años de haber sido construida en el Oriente del Centro Histórico de Guadalajara, con el fin de unir a los sectores sociales divididos por la Calzada Independencia.

En sí, esta plaza no tiene mayor atracción que la escultura de bronce labrada a mano que el artista jalisciense Víctor Manuel Contreras creó para dignificar al dios azteca y tolteca: Quetzalcóatl, que en honor al entonces presidente José López Portillo, el Gobierno de Jalisco mandó construir.

A diario se pueden observar a despistados turistas y tapatíos que no tienen idea de cuál es el mejor ángulo y la distancia ideal para retratar a la serpiente (aunque se le conoce de muchas otras formas). Hay otros que sólo atraviesan esta plancha de 70 mil metros cuadrados tras visitar el Instituto Cultural Cabañas y desean retornar hacia al primer cuadro de la ciudad, por uno de sus dos andadores: el que está en la zona posterior del Teatro Degollado, y otro sobre el corredor de la calle Morelos.

Dentro de la transformación urbanística que Guadalajara tiene desde hace más de cinco décadas, la creación de la Plaza Tapatía fue uno de los cambios morfológicos que más impacto generó, y de la cual hay quienes consideran que es un espacio público que fue y sigue siendo mal aprovechado.

En este sentido Ramón Reyes Rodríguez, profesor investigador del Departamento de Proyectos Urbanísticos del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD) de la UdeG, destaca que en primer lugar el diseño de esta plaza fue producto de una “moda” arquitectónica que atrapó a México por los años ochenta, y que sin pensarlo dos veces, dio paso a la demolición colateral de elementos de valor histórico y patrimonial como la original Plaza de Toros El Progreso y el Coliseo Olímpico.

“Considero que no era tan necesaria la obra, si lo juzgamos a distancia. En su momento no sé cuáles hayan sido los criterios, pero fue una especie de moda que se estableció a nivel nacional; en Monterrey se creó la Macroplaza y también se demolieron áreas con valor patrimonial”, explica el arquitecto.

A su juicio, la estructura de la Plaza Tapatía es resultado del efecto modernista en el que desde entonces avanza Guadalajara, pero en este espacio público es notable la ausencia de ornamentación como se utilizaban tradicionalmente, por lo que está desprovisto de elementos de valor estético.
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