GUADALAJARA, JALISCO (19/DIC/2010).- Mario Quevedo me invitó a las fiestas de Tonila, el sábado 11 del duodécimo mes, inició por la mañana la esperada cabalgata; partió de Quesería, con rumbo a Tonila, por el precioso Camino Real de Colima, dicen que yo no lo sé, no me quisiera acordar los trabajos que pasé en ese Camino Real… Estando en Tonila, Pantaleón me llevó a la atractiva barranca del Muerto; llegamos a un mirador de donde apreciamos la exuberante vegetación que cubría la garganta y el camino real que serpenteaba para llegar al centenario puente. Pantaleón, mejor conocido como “Panta”, se quedó en el mirador y yo bajé al puente, me senté en una de sus bancas a admirar una añeja parota, y a la vez escuchaba el canturrear del río del Muerto que bajaba de La Albarrada, súbitamente empecé a oír una tambora, era la banda Constelación, de Quesería; paulatinamente la barranca se alegró con su música y en breve atisbé la cabalgata, venía bajando la barranca, al frente un camión con los músicos, en su parrilla llevaba una lona que decía: “Asociación Ganadera de Tonila, 3ra Cabalgata, Día del Ganadero”. Detrás del animado vehículo, encabezaba la cabalgata una guapa amazona en caballo de salto y con la bandera mexicana, le seguía otra jineta con la bandera de la Unión Ganadera Regional de Jalisco, enseguida una caballista con el estandarte del Club Hípico de Colima, que mostraba un jinete en su corcel en pleno salto, luego tres jinetes del hípico, todos con casaca roja. Después, jinetes sobre caballos españoles y aztecas; enseguida, los ganaderos en cuacos cuarto de milla y criollos, Andrés Ramos Cano los lideraba y Mario Quevedo era el último, pendiente de que todo estuviera bien, quien me indicó la vereda que bajaba al río, observé el pintoresco puente, conformado por dos altos arcos, el primero más alto, atractivo y curioso detalle, ambos presumían maravillosas bóvedas de cañón. La diáfana agua se abría paso entre las plantas. La cabalgata dio una vuelta por el poblado de Tonila y posteriormente se dirigió a la Asociación Ganadera, que se encuentra, aledaña a la carretera por la entrada Norte a la referida población, donde sobre una tarima se lucieron varios corceles españoles y jinetes, bailando al son de la tambora, un simpático macho prieto no se quedó atrás. Posteriormente, se felicitó a los hombres de ganado por su día y posteriormente se sirvió una deliciosa birria, acompañada con unos ricos frijoles.
Más tarde fui a la plaza de toros “Manuel Capetillo”, quien lidió cuatro toros el día de la inauguración del coso. Disfruté unas buenas jineteadas, el espacio estaba animado por las bandas: La Callejera de Tuxpan y La Parrandera de San Marcos. De la plaza se veían los fantásticos volcanes, a las diez de la mañana el volcán mostró una espectacular fumarola, seguida de lava. Antes del atardecer regresé a la Asociación y admiré varios caballos españoles que exhibieron diversos pasos. De noche, me encontraba en la plaza de armas, alegrada por juegos mecánicos y en los portales había vendimias. De repente se prendió el castillo, mostrando la magia del color y del girar, luego unas luces formaron la silueta de la Virgen de Tepeyac, finalmente la corona se elevó y fue seguida por todas las miradas, continuaron fuegos pirotécnicos, que le dieron colorido al cielo. A media noche hubo repiques y se entonaron las mañanitas a la Virgen morena.
Pernocté en la fabulosa Hacienda la Esperanza, que el doctor Miguel Delgado Álvarez la convirtió en hotel, abrió sus puertas hace siete años. Platiqué un buen rato con el doctor sobre algunos aconteceres de la hacienda y después me retiré a mi increíble habitación bautizada “Capetillo”, con muebles antiguos y varias fotografías del destacado matador. Descansé plácidamente, reinaba un silencio absoluto, no dejé de dimensionar el agradable techo alto. El Sol naciente iluminó los conos de los hermosos volcanes, me senté en un equipal a contemplarlos, después, María Auxiliadora llevó un café a mi mesa, luego, unos blanquillos; esperanza y un jugo de guayaba.
Antes de medio día fui a mirar la peregrinación encabezada por un abanderado, con la bandera nacional, pero en lugar del escudo, la Guadalupana; enseguida unos danzantes al ritmo del pito y tambor, después unas peregrinas con la imagen de la Virgen, seguidas por dos filas de feligreses, una tambora y otra danza, el señor cura Ramón Cruz salió a recibirlos con agua bendita, un perro quiso entrar a la parroquia, pero fue despedido y bendito con el citado líquido. Al salir de misa los peregrinos, los coheteros se hicieron presentes.