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Una fuerte alternativa

Con los autos eléctricos Fluence y Kangoo, Renault adelanta el futuro

GUADALAJARA, JALISCO (12/NOV/2011).- Lo prometido en 2009, ya es una realidad incluso antes de su fecha. Carlos Ghosn, Presidente de la Alianza Renault-Nissan, anunció hace dos años que en 2012 tendrían autos eléctricos para la venta al público y ahora, a finales de 2011, esto ya es real, como lo probamos en las calles portuguesas.

Parecía que la naturaleza estaba agradeciendo. Porque contra todos los pronósticos que indicaban lluvia y muchas nubes, el cielo de Lisboa recibió al selecto grupo de periodistas de algunas partes del mundo con un azul impecable, una agradable temperatura de 19 grados centígrados y una brisa que hacía bailar en su caída a las hojas otoñales de sus múltiples árboles. Era el marco perfecto para recibir a dos coches que, al día de hoy, son de los más amigables con el medio ambiente que se puede hacer, tanto que luego de sus conocidos nombres comerciales, Kangoo y Fluence, tienen el apellido ZE, derivado del inglés Zero Emissions, es decir: cero emisiones.

Primeros representantes del esfuerzo global de Renault en la búsqueda de tecnologías alternativas de transportación, estos dos vehículos entran a un grupo extremadamente reducido de vehículos que sólo usan electricidad para moverse.

El ZE no es muy distinto del Fluence que tan bien conocemos en México, con motor tradicional de gasolina. La base es la misma, con algunas modificaciones en la suspensión trasera y en el largo total. La primera para soportar el peso de la batería de ion-litio, de 280 kilogramos. La segunda para que la cajuela tuviera una capacidad al menos aceptable, de 317 litros, aunque en la práctica, su espacio útil resulta muy pequeño.

Su motor eléctrico otorga lo equivalente a 95 caballos de fuerza, lo que no es nada del otro mundo, pero como el torque de 226 Newton-Metro está disponible desde el arranque, pisar a fondo el acelerador del Fluence ZE es obtener una muy buena aceleración, que según los ingenieros de la marca es superior al auto de gasolina con motor 1.6 y caja automática.

Sí, su conducción se encuentra mucho más del lado de la tranquilidad que de la emoción, pero es difícil no sentir algo cuando sabemos que estamos manejando un auto que no emite ningún ruido más allá de la fricción de sus ruedas con el piso y no tiene un tubo que emite CO2, como el de la inmensa mayoría de los coches. ¿Vibraciones? Tampoco. El ZE es sinónimo de tranquilidad.

Tal vez por el peso de su batería ubicada arriba del eje trasero, el Fluence ZE se siente más sólido que su hermano de gasolina. Es una firmeza que se disfruta y mucho. El auto es bien construido, estable y conducirlo resulta placentero, tanto como uno de gasolina, aunque por motivos distintos, como la sensación de estar ayudando a no ensuciar el planeta, un sentimiento que invade incluso a los que no creen que la Tierra necesite protegerse de los vehículos a gasolina.

Con el Kangoo ocurre algo parecido. Diseñado para flotillas y pequeños negocios, este utilitario es un coche agradable de ver y manejar. Con buen espacio interior, tiene incluso un centro de gravedad más bajo que su similar de gasolina, ya que la batería en él va acostada bajo el piso. Su motor es el mismo del Fluence, pero sólo tiene 60 CV, aunque el mismo par motor.

De los dos, es el Kangoo el que más posibilidades tiene de llegar a México. Varias empresas ya tuvieron contacto con Renault para ver la posibilidad de tenerlo en sus flotillas. En este momento, empero, no hay nada definido.

Tanto el utilitario como el sedán, tienen vocación urbana y harán mucho más sentido para empresas que para particulares. Primero, porque serán una buena solución de negocio para compañías cuyo radio de acción de sus vehículos se limita a las áreas urbanas. Es que el rango de alcance de la batería de ambos autos varía entre 80 y 200 kilómetros, algo que depende del tipo de conducción, de la velocidad, del terreno y de la temperatura exterior, que puede exigir el uso de aire acondicionado o calefacción, que obviamente extraerán algo de jugo de las baterías.

El que compra el auto, deberá entender que será propietario del coche, mas no de la batería. Ésta seguirá siendo de Renault, que cobrará una renta mensual de 82 euros en el caso del Fluence y 72 euros en el caso del Kangoo (en Europa, por supuesto). Bajo ningún caso Renault venderá las baterías y su argumento es que esto garantiza al dueño del auto una vida útil más larga de esa central de almacenamiento de energía. La garantía será de tres años con un uso de 10 mil kilómetros por año, lo que nos suena poco para una empresa.

Renault afirma que el coste de mantenimiento general del auto es cerca de 20 por ciento más bajo que el de uno equivalente a gasolina. Hay que recordar que hay servicios, tradicionales en los autos que usan petróleo, que el eléctrico no necesita como el cambio de aceite, de filtros, bandas o cuidados con la transmisión, que por cierto, funciona como una caja automática convencional, pero mucho más suave, claro, ya que no hay engranes ni cambios, sólo conducción hacía adelante, hacia atrás y estacionado.

La velocidad de carga aún es un problema. En una toma de 220 voltios, se necesitan entre seis u ocho horas para carga completa. En un enchufe casero de 110 voltios, como los que usamos en México, es necesario el doble de ese tiempo. Por esto, Renault recomendará a los compradores que adquiera lo que ellos llaman un “Wall Box”, que agilizará el proceso, de acuerdo con sus ingenieros, en cualquier caso, estabilizando ese tiempo de carga a las seis u ocho horas citadas anteriormente. No difundieron el costo al consumidor de ese “Wall Box”.

Su precio final depende de la ayuda de cada país, es decir, del incentivo que los gobiernos den para bajar su precio. En Francia, se otorgan cinco mil euros. En España, seis mil euros. Con esos incentivos, tanto Fluence como Kangoo tienen precios muy similares a sus versiones que usan motor a explosión.

Puede ser que los autos eléctricos no sean una solución, pero sí son una alternativa. Y la mejor noticia es que ya dejaron de ser sólo una promesa, para convertirse en realidad.
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