Suplementos
Santa Quiteria
En la ladera sur del cerro Los Bailadores, se encuentra el insólito centro ceremonial referido como, “Santa Quiteria”
La vendedora Margarita Gutiérrez empezó a cocinar tacos dorados para su comida y resulto que los clientes le quisieron comprar los tacos en varias ocasiones. Incidente que fue analizado por los ejidatarios, detectándose una demanda por alimentos preparados, y por ello se decidió construir un restaurante en dicho terreno y a la vez se visionó que continuaría el punto de venta para las carnes frías, pero con una mejor presentación. Juan Gutiérrez González, uno de los ejidatarios, le gustan los pájaros, en especial los jilgueros, y para deleitarse de sus cantos, llevó al restaurante unos jilgueros. Al negocio se le empezó a conocer como, “Los Jilgueros”, nombre que fue adoptado con gusto. Compré jamón de espaldilla, lomo ahumado, salami y chorizo ranchero.
De Los Jilgueros me encaminé con dirección a Amatitán, y a corta distancia, pasando la gasolinera, viré a la derecha por el sendero que va a la hacienda Santa Quiteria. El sendero me fue regalando hermosos parajes llenos de expresivas plantaciones de magueyes azules, que tapizan con gracia las colinas de Santa Quiteria, magueyes que le dan pinceladas encantadoras al campo. Miré con regocijo el arroyo El Ganado, embellecido por sauces, enseguida aprecié la alameda y el chacuaco de la hacienda, que contó con taberna, en un tiempo perteneció a la familia Landeros. Pasando el casco una lluvia ventosa se dejó sentir, el paisaje cambio, el agua enfatizó la belleza del entorno, después fui cautivado por un sensacional bosque, la brecha se adentro a él y luego me encontré con una bifurcación, seguí por el camino de la derecha, que fue subiendo el cerro Los bailadores, al llegar casi a la cima, entré a un potrero azul y en un plano, varios magueyes que formaban círculos en forma ascendente, me indicaron que envolvían una pirámide circular, forma bella.
A un costado de la pirámide miré a unos jimadores realizando su faena, haciendo piñas de los agaves, labor admirable. A pocos paso contemplé la cancha de juego de pelota, delimitada lateralmente por montículos, caminé el vibrante espacio y me senté en una piedra a gozar de el fantástico panorama, de valles azules y altos cerros al fondo. El sitio arqueológico data de 400-700 d. C. perteneciendo al periodo Clásico. En las pirámides circulares se efectuaba la ceremonia del “volador”.
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